EN PAZ
Amado Nervo
Muy cerca del ocaso, yo te
bendigo, vida,
porque nunca me diste ni
esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni
pena inmerecida;
porque veo al final de mi
rudo camino
que yo fui el arquitecto de
mi propio destino;
que si extraje las mieles o
la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse
hiel o mieles sabrosas;
cuando planté rosales
coseché siempre rosas.
Cierto, a mis lozanías va a
seguir el invierno
¡mas tú no me dijiste que
mayo fuese eterno!
Hallé sin duda, largas las
noches de mis penas
mas no me prometiste tú solo
noches buenas,
y en cambio tuve algunas
santamente serenas.
Amé, fui amado, el sol
acarició mi faz,
¡Vida, nada me debes! ¡Vida,
estamos en paz!
¡PRONTO, SEÑOR…!
Pronto, Señor nos veremos
en tu casa solariega.
Contadas tienes mis horas
y los pasos de mis sendas
contadas mis pulsaciones
y las gotas de mis venas,
los soles que han de lucirme
y las noches que me esperan,
los inviernos que me
aguardan
y estíos y primaveras.
¡Tú, escrita, Señor, la
tienes
mi jornada postrimera!
Yo sé que está llegando,
yo sé que la tengo cerca, ya
las veo, ya las toco
de mi vida, las fronteras.
¡Oh muerte que serás vida
y vida que será eterna!
¡Pronto, Señor, nos veremos
en tu Casa solariega!
Veo en tus manos las llaves
que abriránme aquellas
puertas.
¡Y siempre, Señor, contigo
en tus moradas eternas,
sin temores de perderte,
sin las zozobras terrenas,
sin aquel ¡ay! en el alma
sin nublados ni tinieblas,
sin los febriles ardores
de ambición no satisfecha!
No son sueños ni ficciones
no es ilusión, no es
quimera:
¡pronto, Señor, nos veremos
y nos veremos de cerca!
Y serán tus heredades
mi patrimonio y herencia,
tu gloria será mi gloria,
tu cielo mi recompensa.
¡Pronto, Señor nos veremos
en tu Casa solariega!
¡Qué casa, Señor, la tuya!
¡Qué praderas tus praderas!
¡Qué lumbre la de tus soles!
¡Qué paz la de tus
estrellas!
¡Qué manar el de tus
fuentes!
¡Qué frescor el de tus
selvas!
¡Qué cantar el de tus auras!
¡Qué bonanza en tus riberas!
¡Pronto, Señor nos veremos
en tu Casa solariega!
Ramón M. de Bolós, S. J.
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