domingo, 1 de mayo de 2016

PARALITURGIA PARA EL DÍA DE LA MADRE / Alejandro PEREDA


¡SALUDAMOS CON EFUSIÓN, en este día, al ser único, maravilloso y exclusivo, nuestras madres!, nuestras amigas y consejeras, las que están siempre en las “buenas y en las menos buenas”; pero siempre… participando de cerca en nuestra  formación temprana.

Todas ustedes, que son madres, viven este hermoso momento en sus vidas. Con mucho cariño y amor / presentamos un recuerdo inolvidable que nos motiva a vivir homenajeándolas día a día.

Lo iniciamos con la lectura del Evangelio según San Juan (2, 1-12) en el cual descubrimos la presencia de testimonio de toda madre.

El primer milagro, en las bodas de Caná.

“A los tres días se celebraron unas bodas en Caná de Galilea y la madre de Jesús era de la fiesta. También fue invitado Jesús con sus discípulos. El vino se acabó y la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino”. Jesús respondió: “Mujer, ¿cómo se te ocurre? Todavía no ha llegado mi Hora”.

 Su madre, empero, dijo a los sirvientes: “Hagan todo lo que él les mande”.

 Había allí seis jarrones de piedra, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús indicó a los sirvientes: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. “Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo para que lo pruebe”. Y ellos se lo llevaron.

 El mayordomo probó el agua cambiada en vino, sin saber de dónde lo habían sacado; los sirvientes sí que lo sabían, pues habían sacado el agua. Llamó al esposo y le dijo: “Todo el mundo pone al principio el vino mejor, y cuando todos han bebido bastante, se sirve el vino inferior; pero tú has dejado el mejor vino para el final”.

 Este fue el principio de las señales milagrosas que hizo Jesús. Así manifestó su gloria y sus discípulos creyeron en él. Después de esto, Jesús bajó a Cafarnaún y con él su madre, sus hermanos y sus discípulos. Y permanecieron allí solamente algunos días”. Palabra de Dios…

Como vemos: Los discípulos empezaban a conocer a Jesús, pero alguien lo comprendía y creía en él: María, su madre.

 ¿Cómo se le ocurre pedirle un milagro? ¿Y cómo sabía que Jesús haría milagros? María no pedía la conversión de los pecadores, ni pan para los hambrientos; solamente quería un milagro o algo por el estilo para sacar de apuros al novio.

Jesús le contestó con una frase que, dirigida a una extraña, sería un reproche, pero dicha a su madre en tono diferente, demuestra la familiaridad y una comprensión mutua que va más allá de las palabras. Aparentemente Jesús no pensaba empezar de esa forma ni en este momento, pero su espíritu reconoció al Espíritu que hablaba por su madre, y le concedió esta primera señal milagrosa.

Son obras o señales, es decir, cosas visibles hechas a nuestra medida, con las que nos da a entender su verdadera obra, la que consiste en resucitar al mundo y renovarlo.

Reflexión

Si alguien en la Tierra es presencia de Dios, la fiel inspiradora, a semejanza de María de Nazaret, es la madre. Ella prolonga los dos momentos de máximo contacto de Dios con la humanidad: el Sexto Día de la creación, procreando, creando en vez de Dios nuevos seres humanos; y redimiendo con Cristo, con su dolor y sus lágrimas, al hijo descarriado. Por eso nadie en el mundo despierta tanto amor y recuerdo como la madre.

 El cuerpo de cada hombre se ha desprendido, como un nuevo astro de una nebulosa, del cuerpo materno y lleva en su trayectoria su origen y su sello. El espíritu de cada hombre lleva imborrable la marca de las primeras palabras y miradas, bebidas ávidamente en la inconciencia alerta y dúctil de los primeros meses y años.

 De allí la responsabilidad, con la imponente belleza, del hecho genesiaco, procreador y semidivino de ser madre: gestora, criadora, educadora.

 Por eso la palabra madre es la primera que dice el hombre. La misma palabra que surge del corazón en las supremas angustias y peligros. La última, después de todas las travesías y caminos, que quisiera decir el hombre, junto con la palabra Dios, antes de abrir los ojos, de nuevo tembloroso y desnudo, al más allá desconocido.

 La mujer que no es madre no es mujer. Madre en alguna de las formas de maternidad: mamá, enfermera, maestra, orientadora… La mujer que no deja en el mundo algo de sí misma, algo físico o espiritual, no ha vivido.

 Física o espiritualmente o de ambas formas la mujer debe ser madre. Ese es su destino.

 Los hijos que ella engendra, cría o educa son débiles y exigentes, de futuro inseguro y contingente. Ese es su dolor.

 Pero son eternos; imágenes e hijos de Dios, inventados por Dios para una felicidad sin límites. Esa es su grandeza materna.

 La madre todo lo da, comenzando por su sangre, y nada espera de esos hijos. Esa es su belleza perfecta.

 Si el varón es imagen de Dios con el poder de Dios en sus manos para modificar y completar el mundo, la mujer es la presencia de Dios, con la fecundidad del Padre en sus entrañas, las palabras del Verbo en sus labios y el amor del Espíritu en su corazón para cada nuevo hombre que viene del caos y de la nada al combate temporal y al eterno banquete de la vida.

 Cada hombre es libre y puede torcerse; pero, en conjunto, cada país es lo que son sus madres.

PLEGARIA UNIVERSAL

Roguemos al Señor:

-       Para que tengamos más mamás, enfermeras y maestras, cumpliendo su fiel destino: que se muestren inspiradoras en las tareas de aprendizaje en la ruta de nuestra vida. Roguemos al Señor.
-       Por las madres del campo, de la periferia, que comparten su trabajo con el del esposo y el cuidado de sus hijos / para que tengan nuevas oportunidades para ennoblecer su vida porque ésta se nos dio para hacer algo grande... R.
-       Por esas madres palpitantes de amor, que saben perdonar, para que sigan a nuestro lado guiando nuestros pasos con honda emoción. R.
-       Por las educadoras, especialmente, las de nuestra institución, para que preparemos a todos, con suma diligencia, cultivando los sentimientos de los niños para el bienestar del país. R.
-       Por las madres difuntas para que Dios las tenga en su Casa solariega después de haber cumplido su misión en el mundo. R.

CARICIA / Gabriela Mistral

Madre, madre, tú me besas,
pero yo te beso más.
Como el agua en los cristales
caen mis besos a tu faz…

Te he besado tanto, tanto,
que de mí cubierta estás
y el enjambre de mis besos
no te deja mirar…

Si la abeja entra al lirio,
no se siente su aletear,
cuando tú, a tu hijito escondes
no se le oye el respirar…

Yo te miro, yo te miro
sin cansarme de mirar,
y qué lindo niño veo
a tus ojos asomar.

El estanque copia todo
lo que tú mirando estás;
pero tú en los ojos copias
a tu niño y nada más.

Los ojitos que me diste
yo los tengo que gastar
en seguirte por los valles,
por el cielo y por el mar.

Oración final

Oh Señor, concédenos amarte,
y concédenos amar a quienes te aman.
Concédenos ser capaces de los actos que conquistan tu amor.
Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

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Fuentes: La Biblia Latinoamericana.
Columna Semanal de José de Romaña.

El esquema se ha preparado a solicitud de la Comisión de Fiestas de la I. E. “Ciro Alegría Bazán” y la Presentación lo hará la Profesora Yolanda Hurtado Cuenca en la Ceremonia Oficial del día 6.

Los mensajes de felicitación van dirigidas a cuatro madres de mi entorno y a una sin fronteras: Marialex, Olga, Enma, Lizbeth” y X.X por haber dado al mundo, respectivamente, a Federico, Kioshi, Giacomo, Oliver y X.X., quien duerme y, sin embargo, conoce muchos caminos.

Federico César es hijo de mi hija; Kioshi Yoshua, hijo de mi hijo, Aldo; Giacomo Eduardo, hijo de mi comadre, por ser mi ahijado; Oliver, hijo de la sobrina de Yolanda; y el todavía sin nombre, hijo de una amada, de nombre desconocido; por algo será que un buen artista en fotografía me lo ha hecho llegar en la biografía de mi facebook.






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