Los Estados Unidos de la
América del Norte obtuvieron en el siglo XVIII su independencia política; en el
siglo XX su independencia científica. Tal vez sea esto una afirmación demasiado
categórica. Lo que en realidad es que el siglo XX los Estados Unidos y la
Europa Occidental estuvieron unidos científicamente.
Thomas Hunt Morgan,
catedrático de biología durante muchos años del Instituto tecnológico de
California, nació en el año 1866, hijo de un exoficial del ejército confederado
norteamericano. Se hizo primero naturalista y después, por gustarle la
disciplina, se hizo biólogo. Estuvo entre los más prominentes exponentes de las
teorías modernas sobre genética y herencia.
En 1895, después de muchos años de estudio,
Morgan se fue a Italia para trabajar en un laboratorio zoológico. Fue allí
donde comenzó sus grandes labores. Comenzó por estudiar un hecho que
anteriormente había sido notado por otros investigadores: la aparición,
aparentemente fortuita, de variaciones o mutaciones entre las nuevas
generaciones de seres vivientes.
Morgan dijo que estas mutaciones jugaban papel
importante en la evolución y que el viejo concepto de que ésta había ocurrido
en tiempos prehistóricos era un desatino.
La evolución sigue constantemente, mientras
haya seres vivientes que nacen. Esta fue su trascendental conclusión.
Es cosa muy corriente hoy en día la cría de
animales y plantas en laboratorios donde sus mutaciones pueden ser observadas,
catalogadas y analizadas.
Fue idea de Morgan valerse de un tipo muy especial
de animales para tales observaciones y experimentos. Su especialidad consiste
en que pasan por muchas generaciones en corto espacio de tiempo.
Observar tan siquiera una sola mutación en una
oveja, por ejemplo, puede ser cuestión de muchos años, a menos que se tenga
suerte extraordinaria.
Lo que necesitaba era un animal que naciera,
se desarrollara y muriera en unos cuantos días y pasara así, en cuestión de
semanas o meses, por muchas generaciones. Debía ser, también, adecuado al
estudio y experimentos en laboratorios.
Morgan dio con la llamada “mosca de la fruta”
(Drosophila malanogaster) que, como resultado, se convirtió en uno de los
animales más famosos del mundo. La “mosca de la fruta” completa el ciclo de su
vida --desde el huevo hasta la muerte—en
algo más de una semana.
A lo largo de los años, Morgan logró muchas
variedades de moscas --o bien observó y
catalogó muchas mutaciones—inclusive las que en vez de alas rojas las tienen
blancas, o más largas o más cortas que lo normal, y muchas más. Eventualmente
pudo encontrar y determinar, a través del microscopio, la disposición de los
“genes” que hacen que un tipo difiera del siguiente y que hace que estas
características pasen de una generación a otra.
Morgan obtuvo el Premio Nobel en 1933. Murió
en 1945.
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