"Cada uno es portador
de verdad pero nadie puede tener el monopolio de ella"
Se impone también una actitud de respeto y de
acogida de la diferencia porque, por el simple hecho de estar ahí, goza del
derecho de existir y de coexistir
(Leonardo Boff).- Actualmente se produce en
todo el mundo un aumento creciente del conservadurismo y de fenómenos
fundamentalistas que se manifiestan por la homofobia, xenofobia, antifeminismo,
racismo y todo tipo de discriminaciones.
El fundamentalista está
convencido de que su verdad es la única y todo lo demás son desviaciones o está
fuera de la verdad. Esto es recurrente en los programas televisivos de las
distintas iglesias pentecostales, incluyendo a sectores de la Iglesia Católica,
pero también en el pensamiento único de sectores políticos. Piensan que sólo la
verdad, la de ellos tiene derecho. El error hay que combatirlo. Este es el
origen de los conflictos religiosos y políticos. El fascismo empieza con este
modo cerrado de ver las cosas.
¿Cómo vamos a hace frente a
ese tipo de radicalismo? Hay muchas formas y creo que una de ellas consiste en
rescatar el concepto bueno de relativismo, palabra que muchos no quieren oír.
Pero en él hay mucha verdad.
Debe ser pensado en dos
direcciones: En primer lugar, lo relativo quiere expresar el hecho de que todos
estamos de alguna forma relacionados. En la perspectiva de la física cuántica,
la encíclica del Papa Francisco insiste sobre cómo cuidar de la Casa Común:
«todo está íntimamente relacionado; todas las criaturas existen y dependen unas
de otras» (n.137; 86). Por esta interrelación todos somos portadores de la
misma humanidad. Somos una especie entre tantas, una familia.
En segundo lugar es
importante comprender que cada uno es diferente y tiene valor por sí mismo,
pero está siempre en relación con otros y sus modos de ser. De aquí que sea
importante relativizar todos los modos de ser; ninguno de ellos es absoluto
hasta el punto de invalidar los demás. Se impone también una actitud de respeto
y de acogida de la diferencia porque, por el simple hecho de estar ahí, goza
del derecho de existir y de coexistir.
Es decir, nuestro modo de
ser, de habitar el mundo, de pensar, de valorar y de comer no es absoluto. Hay
otras mil formas diferentes de ser humanos, desde la forma de los esquimales
siberianos, pasando por los yanomamis de Brasil, hasta llegar a los habitantes
de las comunidades de la periferia y a los de las sofisticadas Alphavilles,
donde viven las élites opulentas y temerosas. Lo mismo vale para las
diferencias de cultura, de lengua, de religión, de ética y de ocio.
Debemos ampliar la
comprensión de lo humano mucho más allá de nuestra concreción. Vivimos en la
fase de la geosociedad, sociedad mundial, una, múltiple y diferente.
Todas estas manifestaciones
humanas son portadoras de valor y de verdad. Pero son un valor y una verdad
relativos, es decir, relacionados unos con los otros, interrelacionados, ya que
ninguno de ellos, tomado en sí mismo, es absoluto.
¿Entonces no hay verdad
absoluta? ¿Vale el "everything goes" de algunos posmodernos? ¿Vale
todo? No vale todo. Todo vale en la medida en que mantiene relación con los
otros, respetándolos en su diferencia y no perjudicándolos.
Cada uno es portador de
verdad pero nadie puede tener el monopolio de ella, ni una religión, ni una
filosofía, ni un partido político, ni una ciencia. Todos, de alguna forma,
participan de la verdad, pero pueden crecer hacia una comprensión más plena de
la verdad, en la medida en que se relacionan.
Bien decía el poeta español
Antonio Machado: «No tu verdad. La verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya,
guárdatela». Si la buscamos juntos, en el diálogo y en la relacionalidad
recíproca, entonces va desapareciendo mi verdad para dar lugar a nuestra
Verdad, comulgada por todos.
La ilusión de Occidente, de
Estados Unidos y de Europa, es imaginar que la única ventana que da acceso a la
verdad, a la religión verdadera, a la auténtica cultura y al saber crítico es
su modo de ver y de vivir. Las demás ventanas solo muestran paisajes
deformados.
Pensando así se condenan a
un fundamentalismo visceral que los hizo, en otro tiempo, organizar masacres al
imponer su religión en América Latina y en África, y hoy haciendo guerras con
gran mortandad de civiles para imponer la democracia en Iraq, Afganistán, Siria
y en todo el Norte de África. Aquí se da también el fundamentalismo de tipo
occidental.
Debemos hacer el buen uso
del relativismo, inspirados, por ejemplo, en las artes culinarias. Hay una sola
culinaria, la que prepara los alimentos humanos, pero se concreta en muchas
formas y en las distintas cocinas: la minera, la nordestina, la japonesa, la
china, la mejicana y otras.
Nadie puede decir que sólo
una es la verdadera y sabrosa, por ejemplo, la minera o la francesa, y que las
otras no lo son. Todas son sabrosas a su manera y todas muestran la
extraordinaria versatilidad del arte culinario.
¿Por qué con la verdad
debería ser diferente? La base del fundamentalismo es esa arrogancia de que su
modo de ser, su idea, su religión y su forma de gobierno es la mejor y la única
válida en el mundo.
Leonardo BOFF/ 28-agosto-16
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