Intérpretes: Carl Reiner,
Eva Marie Saint, Alan Arkin, Theodora Bikel, Paul Ford.
Dirección: Norman Jewison
Color de Luxe -
Panavisión
Mientras Bing Crosby nos demuestra en
“Aventuras en Rusia” que no es necesario ser agente 007 sino un simple cicerone
para escudriñar el misterioso país de allende la cortina de hierro, los
protagonistas de “Ahí vienen los Rusos” nos revelan que también éstos pueden
darse un paseo submarino por las costas vecinas de San Francisco de California
y comprobar que, a pesar de la pintoresca histeria de unos cuantos pobladores,
acaban siendo hospitalariamente recibidos.
De estilo reminiscente al de las farsas con
que Preston Sturges o Franc Capra nos divirtieron hace algunas decenas de años,
esta comedia tiene, sin embargo, su modelo más próximo en la película española
“Calabuig”, una de las primeras que abordó en son de guasa el tema de las
incidencias y las relaciones entre los países partícipes de la llamada “guerra
fría”.
Las cosas ocurren cuando un más o menos
imponente sumergible soviético encalla en aguas inmediatas a un pueblito
costero de los Estados Unidos e, imposibilitados de volverse a sumergir, pone
en natural “emergencia” a los apacibles moradores. Los primeros en alterarse
ante la presencia de los tripulantes de la nave son los miembros de una típica
familia norteamericana compuesta de un espabilado chiquillo, sus padres y una
guapa muchacha de “invasores” que no logran hacer cabello color pita, a quienes
los comprenden que lo único que necesitan es hacer reflotar el submarino y
tomar las de Villadiego.
Menos lo comprenden así los restantes
miembros del vecindario, entre quienes uno de los más veteranos (Paúl Ford)
asume la “heroica” misión de organizar a sus conciudadanos para afrontar la
“invasión”.
Sustos, correrías, trajines, malentendidos y
revolcones divierten a los espectadores prontos a la risa, pero todos estos
incidentes no dan a la película materia suficiente como para erigirla en
comedia de alto rango.
P. G.
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