YURAMARCA
DE: ORACIONES SIGLO XX
“LA FE”
Señor: En este tiempo
pascual, tan estrechamente ligado a la idea de nuestro bautismo, quisiera hacer
mía una frase de Karl Rahner, que dice así: “He nacido católico porque nací y
fui bautizado en un medio creyente. Espero en Dios que esta fe recibida por
tradición se haya transformado en una elección propia mía y en una fe
auténtica”.
Sí, Señor, me gusta este
párrafo del famoso teólogo alemán, porque soluciona esa dificultad que tiene
mucha gente sobre el bautismo de los niños. No podemos negarles algo que los
adultos tenemos como al mejor regalo –el de la vida sobrenatural--, que viene a
sumarse al otro regalo—el de la vida natural—recién estrenada.
Es verdad, Señor, que los
niños no dan su consentimiento a ese bautismo que les embarca en la aventura
cristiana de la fe. Pero tampoco les pedimos permiso para hacerles al mar de la
vida, sencillamente porque son incapaces de opinar antes de existir. Sin
embargo, eso no quita nada a la licitud y bondad de nuestro doble regalo.
Pero también es verdad,
Señor, que ese bautismo recibido en la inconsciencia infantil debe dejar de ser
algo pasivo al llegar a la edad adulta. Así como la vida entregada sin previo
consentimiento debe convertirse en aceptación consciente, lo mismo tiene que
ocurrir con la vida divina endosada en el bautismo.
Señor, por eso te pido que
mi lejano bautismo inconsciente sea la luz lúcida de mi alma, que me oriente y
rija a través de toda mi vida, hasta llegar Ti.
Rafael de Andrés.
DOM. XXI DEL TIEMPO
ORDINARIO
En aquel tiempo, empezó
Jesús a explicar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén a padecer allí
mucho por causa de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que
ser ejecutado y resucitar al tercer día.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a
reprenderlo:
-‘¡No lo permita Dios,
Señor! Eso no te puede pasar’
Jesús se volvió y dijo a
Pedro:
-‘Quítate de mi vista,
Satanás, que me haces tropezar; tú piensas como los hombres, no como Dios’.
Entonces dijo Jesús a sus
discípulos:
-‘El que quiera venir
conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga.
Si uno quiere salvar su
vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará”… Mateo 16, 21-27
En esta ocasión nos narra el
Evangelio, que con Jesús, la comunidad comienza su itinerario de ir a
Jerusalén, y durante el trayecto, los instruye acerca de su pasión, muerte y
resurrección, como expresión auténtica de su fidelidad a Dios. Pedagogía que no
es fácil de asumir al interior del discipulado, por eso la reacción de Pedro:
“De ningún modo te sucederá así”. Siempre que queremos cambiar el
direccionamiento de Dios y hacemos prevalecer nuestras intenciones, estamos, al
igual que Satanás, tentando al Señor.
No es fácil entender a Dios
y nos cuesta mucho el poder seguir a Cristo con fidelidad. ¿Por qué? La palabra
que hoy vamos a escuchar nos lo enseña claramente cuando Jesús le dice a Pedro:
“Tú piensas como los hombres, no como Dios”. Jesús se lo dice como reproche,
llamándole Satanás”.
He aquí el motivo de la diferencia entre Dios y los hombres:
el pecado. Dios había establecido un
plan perfecto para la vida humana. Pero por el afán de poder, por el egoísmo
humano, por querer hacernos dioses de nuestra vida, entró el pecado en el
mundo. Desde entonces, los planes de Dios no son nuestros planes, ni el
pensamiento divino se corresponde con el pensar humano. Hay una diferencia
esencial: el amor de Dios que es infinito. Dios piensa, habla y actúa desde el
amor. ¿Podemos decir siempre nosotros lo mismo? Por eso, habla Jesús de
Satanás, no porque Pedro encarne la figura del diablo, sino porque en ese
momento se deja llevar por la tentación y no confía plenamente en las palabras
del Maestro.
Pongamos la mano en el
corazón y preguntémonos si realmente confiamos en la Palabra de Dios. Para eso,
primero hay que conocerla y asimilarla tras una buena meditación. Cabe
preguntarse aquí si escuchamos con atención la Palabra cuando asistimos a la
Eucaristía dominical. También podemos preguntarnos si durante la semana hacemos
algún rato de oración y meditamos la Palabra de Dios.
Miguel Olaortua Laspra,
Vicario Apostólico de Iquitos.
DE MI ÁLBUM
Vilma Melo
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