DE: ORACIONES SIGLO XX
“FUENTEOVEJUNA”
Señor: Me ha
impresionado “El pozo de la fraternidad”, de Boris Simon, que dice así: “en el
cruce de las grandes carreteras, sobre el brocal del pozo antiguo, triste un
viejo se sentó. / El joven fogoso de mirada ansiosa, se sentó junto al viejo y
le dijo: “He buscado la fraternidad por todo el mundo, sin hallarla en parte alguna”.
/ Contestóle el viejo, torcida la boca de amargura y desesperación: “¿La
fraternidad? Está escondida en el fondo de este pozo”. / Y bromeando se levantó
y, con pasos de vencido, siguió los caminos de la vida. / El joven se inclinó
sobre el brocal del pozo profundo, sobre el abismo húmedo y negro, y gritó:
“¡Fraternidad, fraternidad!”. Pero el pozo no devolvió el eco. / Entonces coge
la cuerda, que se pierde en el abismo sin fondo, y empieza a tirar…/ Pasa por
allí un limpiabotas, y deja su caja a la vera del camino. “Eh, compañero,
¿quieres ayudar?” / Pasa por allí un labrador que se pone a tirar con ellos la
cuerda. / Pasa por allí un presidente; los contempla un rato; después se quita
los guantes. / Pasa por allí un turista de un país lejano: ¿Fraternidad? Oh,
sí, ya sé, no se hace falta que me expliquen”(…) La vida es trabajo. Tira,
tira, tira, tira…/ El sudor cae por nuestras frentes, nuestras manos sudan
sangre. Pero trabajamos. Nadie se lamenta. / ¡Trabajemos, trabajemos! Un último
esfuerzo… En el extremo de la cuerda hemos sacado del pozo un balde viejo
oxidado, lleno de piedras y fango. No sacamos del pozo la fraternidad. ¡Sin
embargo, estaba enganchada en la cuerda…sólo que en el otro extremo!”
Señor, déjame
añadir que hagas realidad este poema de fraternidad humana.
Rafael de
Andrés.
DOM. XXIII
DEL TIEMPO ORDINARIO
“Jesús dijo a sus
discípulos:
Si tu hermano peca,
llámale la atención a solas. Si te hace caso, has salvado a tu hermano. Si no
te hace caso, llama a otro o a otros dos, para que todo el asunto quede
confirmado por boca de dos o tres testigos. Si no les hace caso, díselo a la
comunidad, y si no hace caso ni siquiera a la comunidad, considéralo como un
pagano o como un publicano.
Les aseguro que todo lo
que aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la
tierra quedará desatado en el cielo.
Les aseguro, además, que
si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará
mi Padre del cielo. Porque donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí
estoy y en medio de ellos”.
Mateo, 18, 15-20
En esta ocasión se hace alusión a la pedagogía
fraterna del perdón, “Si tu hermano peca…”Para conseguir el objetivo, se
proponen tres estaciones. Se comienza con un encuentro personal. De no ser
aceptado este procedimiento, se inicia la segunda acción de reconciliación,
involucrar a una o dos personas más de la comunidad. Y el tercer momento, al
ámbito general, decirlo a toda la comunidad para que con sus estructuras y
dinámicas se esfuercen por la coherencia de vida del hermano. Cuando la persona
no le ha prestado atención a la comunidad se le considera como alguien que la
ha dejado por voluntad propia aun sabiendo que aquella tiene en el centro la
presencia del Señor.
La Palabra de
Dios ilumina siempre nuestras vidas y nos da criterios claros para poder
ponerlos en práctica en nuestra vida diaria, que es el espacio en el que
debemos manifestar al mundo nuestra coherencia como verdaderos hijos de Dios.
Hoy se nos
invita a asumir en nuestra vida una actitud muy importante: la corrección
fraterna. A través de ella, Dios se sirve de nosotros para encender nuevamente
el corazón de aquel hermano que por el pecado se había alejado de Dios.
Él nos
quiere vigilantes, muy atentos al bien de nuestro prójimo, pero sin caer en una
intromisión exagerada en la vida ajena. No podemos andar a la caza de si
nuestro hermano hace bien o mal, tenemos una vida que debemos vivir y con la
cual glorificar a Dios. Pero cuando el mal es patente a nuestros ojos o a
nuestros oídos, no podemos quedar indiferentes, ya que es la salvación del otro
y la mía propia lo que está en juego.
Todo esto nos
tiene que llevar a la oración y a preguntarnos delante de nuestro Señor:
¿Cuántas veces he puesto en práctica la corrección fraterna? ¿Pedí ayuda a Dios para que me ilumine y
pueda tener las palabras adecuadas a la hora de corregir? ¿He sabido ser
humilde aceptando y agradeciendo las correcciones que me han podido hacer?
¿Cuántas veces hemos omitido correcciones por vergüenza, por temor, por no
saber cómo hacerlo, por falsos respetos humanos?
Para ayudar a
nuestros hermanos con las correcciones es necesaria la caridad de Cristo,
porque sin ella, las correcciones se vuelven agresiones, humillaciones, y
terminan alejando a quien queríamos acercar a Dios. La caridad de Cristo nos
hace enérgicos, firmes, intransigentes como lo que está mal, pero a la vez nos
hace ser prudentes, comprensivos y pacientes con nuestro prójimo. Sólo la
caridad de Cristo y no el interés ayuda de verdad, edifica la vida, y da paz en
el corazón; en definitiva, el amor de Dios nos salva.
José Manuel
Mondragón. Parroquia San Norberto-Lima.
DE MI ÁLBUM
(Vilma Melo y Milene Alfaro)
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