DE: ORACIONES SIGLO XX
“EL HOMBRE DE
MIS AMORES”
Señor: En
este domingo quiero decirte cuánto
agradezco tu presencia corporal entre nosotros, el que te hayas querido
hacer como uno de nosotros. Pero, déjamelo decir con poema de un autor
mejicano, que reza así:
“Así: te necesito de carne y hueso.
Te atisba el
alma en el ciclón de las estrellas,
tumulto y
sinfonía de los cielos;
y, a zaga del
arcano de la vida,
perfora el
caos y sojuzga el tiempo,
y da contigo,
Padre de las causas, Motor primero.
Mas el frío conturba
en los abismos,
ya en los
días de Dios amaga el vértigo.
¡Y un fuego
vivo necesita el alma
y un asidero!
Hombre
quisiste hacerme, no desnuda
inmaterialidad
de pensamiento.
Soy una encarnación diminutiva;
el arte,
resplandor que toma cuerpo;
la palabra es
la carne de la idea;
¡encarnación
es todo el universo!
¡Y el que
puso esta ley en nuestra nada,
hizo carne a
su Verbo!
Así:
tangible, humano,
fraterno.
Ungir tus
pies, que buscan mi camino,
sentir tus
manos en mis ojos ciegos,
hundirme, como
Juan, en tu regazo
y –Judas sin
traición—darte un beso.
Carne soy, y
de carne te quiero.
¡Caridad que
viniste a mi indigencia,
qué bien
sabes hablar en mi dialecto!
Así,
sufriente, corporal. Amigo,
¡Cómo te
entiendo!
¡Dulce locura
de misericordia:
los dos de
carne y hueso!”
(Alfonso Junco) Rafael de Andrés.
DOM. XXV DEL
TIEMPO ORDINARIO
“Jesús dijo a
sus discípulos esta parábola:
-El Reino de
los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar
trabajadores para su viña. Después de contratar a los trabajadores por un
denario al día, los mandó a su viña….
-Amigo no te
hago ninguna injusticia. Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual
que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O
vas a tener envidia porque yo soy bueno?
Así los
últimos serán los primeros y los primeros los últimos”. Mateo, 20, 1-16
A través de
la parábola de la viña descubrimos la manera cómo Jesús está conectando a sus
oyentes con las tradiciones proféticas. Así como en Oriente, la viña requiere
gran cuidado, de la misma manera es la dedicación de Dios por su Pueblo, que lo
elige, cuida y protege, a través del ejercicio de advertencia y formación,
ejercido por los profetas, para que Israel sienta el profundo amor que Dios le
tiene. Pero desde Jesús, el amor del
Padre, se presenta de una manera renovada; ya no responde a los criterios de
retribución, sino que se enmarca en el horizonte de la misericordia, para
hacerle entender a sus discípulos que “Muchos primeros serán los últimos y muchos
últimos serán los primeros”.
La viña y la
vid son símbolos de Israel, entendidos como Pueblo o Reino de Dios, de lo que
se deduce que “trabajar en la viña”, significa dedicarse con esmero al servicio
del Reino de Dios.
El Evangelio
nos muestra a Jesús enseñando a sus discípulos sobre este tema y recurre a las
ya acostumbradas parábolas para mostrarnos que no son sus pensamientos los
nuestros y que nuestros caminos no son los suyos.
La queja que
presentan los jornaleros de las primeras horas ante lo que han recibido los
jornaleros de las últimas expresan la visión corta y sesgada de la vida que
busca compararse insistentemente ante los otros reciben o tienen, olvidando que
para Dios todos recibimos lo mismo no sólo por nuestros méritos sino también
por nuestra participación con su Reino.
A veces
podemos estar instalados en nuestras estructuras y no aceptamos la intromisión
de aquellos que siendo “llamados al caer la tarde” también son capaces de
participar en la comunidad, y que sus aportes y trabajos son también valorados
y aceptados por Dios, porque es Él quien
nos llama y quien nos da el premio de la Vida eterna.
Estamos
llamados a participar en la construcción del Reino y debemos hacerlo con la
seriedad y responsabilidad de quien se sabe invitado en merecerlo, pero quiere
responder junto con aquellos que a diversas horas y circunstancias también son
convocados. En esta tarea nadie es mejor ni peor; la competitividad no es
determinante a la hora de la paga, sino la generosidad con que nuestros aportes
sinceros se ponen al servicio de la comunidad.
Los
seguidores no somos dueños del campo; sólo somos “simples y humildes
trabajadores de la viña del Señor”, que tienen un estilo muy particular de ser
–al modo como lo es el dueño del campo- , que emplea la generosidad para que dé
fruto a su tiempo.
Nuestras
realidades eclesiales nos deben llevar a una profunda reflexión de cómo
asumimos en nuestras vidas la visión que tiene Dios de lo que somos y hacemos;
de cómo la aceptamos y adecuamos para construir su Reino, y cómo somos capaces
de aceptar al otro como parte no menos importante de este Reino.
Roberto
Higinio. Parroquia Nuestra Señora de la Caridad-Lima.
OTRO ESQUEMA, PARA LA FE ADULTA.
Problema de justicia o envidia?
La parábola del terrateniente cabrón.
"Si alguno se escandaliza con la actitud de Dios, debería preguntarse si es hipócrita o tonto".
(José Luis Sicre, en Fe Adulta).- De los numerosos insultos que enriquecen la lengua castellana, "cabrón" es el único tomado de la Biblia (Ezequiel). Por consiguiente, nadie debe escandalizarse de que lo use, aunque tampoco es preciso que añada: "Palabra de Dios".
OTRO ESQUEMA, PARA LA FE ADULTA.
Problema de justicia o envidia?
La parábola del terrateniente cabrón.
"Si alguno se escandaliza con la actitud de Dios, debería preguntarse si es hipócrita o tonto".
Durante el período de formación de los discípulos, tal como lo cuenta el evangelio de Mateo, Jesús parece disfrutar desconcertándolos con sus ideas sobre el matrimonio, la importancia de los niños, la riqueza. Pero el punto culminante del desconcierto lo constituye esta parábola sobre el pago por el trabajo realizado.
El protagonista es un terrateniente con capacidad para contratar a gran número de obreros. No es un señorito que se dedica a disfrutar de los productos del campo. Al amanecer ya está levantado, en la plaza del pueblo, contratando por el jornal habitual de la época: un denario. Y tres veces más, a las 9 de la mañana, a las 12, incluso a las 5 de la tarde, vuelve del campo al pueblo en busca de más mano de obra. A estos no les dice cuánto les pagará. Pero les da lo mismo. Algo es algo.
Hasta ahora todo va bien. Un propietario rico, preocupado por su finca, atento todo el día a que rinda el máximo. Se intuye también un aspecto más positivo y social: le preocupa el paro, el que haya gente que termine el día sin nada que llevar a su casa.
Pero este personaje tan digno se comporta al final como un cabrón. Al atardecer, cuando llega el momento de pagar, ordena al administrador que no empiece por los primeros, sino por los últimos. Cuando estos, sorprendidos, reciben un denario por una sola hora de trabajo, los demás, especialmente los de las 6 de la mañana, alientan la esperanza de recibir un salario mucho más elevado. Con gran indignación de su parte, reciben lo mismo. Es lógico que protesten.
¿Por qué no empezó el propietario por los primeros, los dejó marcharse, y luego pagó a los otros sin que nadie se enterase? ¿Por qué quiso provocar la protesta? Porque sin el escándalo y la indignación no caeríamos en la cuenta de la enseñanza de la parábola.
¿Cabrón o bueno?
Los jornaleros de la primera hora plantean el problema a nivel de justicia. En cambio, el terrateniente lo plantea a nivel de bondad. Él no ha cometido ninguna injusticia, ha pagado lo acordado. Si paga lo mismo a los de la última hora es por bondad, porque sabe que necesitan el denario para vivir, aunque muchos de ellos sean vagos e irresponsables.
¿Quiénes son los de las 6 de la mañana y los de las 5 de la tarde?
En la comunidad de Mateo, formada por cristianos procedentes del judaísmo y del mundo pagano, predicar que Dios iba a recompensar igual a unos que a otros podía levantar ampollas. El judío se sentía superior a nivel religioso: su compromiso con Dios se remontaba a siglos antes, a Moisés; llevaba el sello de la alianza en su carne, la circuncisión; había cumplido los mandatos y decretos del Señor; no habían faltado un sábado a la sinagoga.
¿Cómo iban a pagarles lo mismo a estos paganos recién convertidos, que habían pasado gran parte de su vida sin preocuparse de Dios ni del prójimo? Usando unas palabras del profeta Daniel, ¿cómo iban a brillar en el firmamento futuro igual que ellos? En este planteamiento se comprende el reproche que les hace el propietario (Dios): vuestro problema no es la justicia sino la envidia, os molesta que yo sea bueno.
Desde la época de Mateo han pasado veinte siglos; la interpretación anterior ya no resulta actual y podemos sustituirla por otra: los cristianos que han cumplido desde niños la voluntad de Dios, que no han faltado un domingo a misa, ni han tomado la píldora anticonceptiva, y se enteran de que Dios va compensar igual que a ellos a gente que sólo pisa la iglesia para entierros y bodas y que interpretan la moral de la Iglesia según les convenga. A algunos de ellos puede parecerles una gran injusticia. Dios no lo ve así, porque piensa recompensarles como se merecen. Si da lo mismo a los otros no es por justicia, sino por bondad.
¿No es de hipócritas indignarse?
Si alguno se sigue indignando con la actitud de Dios, debería preguntarse si es hipócrita o tonto. En el fondo, el que se indigna es porque piensa que lleva trabajando desde las 6 de la mañana, que lo ha hecho todo bien y merece una mayor recompensa de parte de Dios. Si examina detenidamente su vida, quizá advierta que empezó a trabajar a las 11 de la mañana, y que se ha sentado a descansar en cuanto pensaba que el capataz no lo veía. A buen entendedor, pocas palabras.
En cambio, el que es consciente de haber rendido poco en su vida, de no haberse comportado en muchos momentos como debiera, de haber empezado a trabajar a las 5 de la tarde, se sentirá animado con esta parábola.
Las cinco de la tarde
Cabe el peligro de interpretar lo anterior como "Dios es muy bueno y podemos dedicarnos a la gran vida". La invitación a ir a trabajar a las 5 de la tarde, aunque solo sea una hora, es un toque de atención. No se trata de seguir vagueando irresponsablemente. Siempre hay tiempo para echar una mano al propietario de la finca.
Este es el tema de la 1ª lectura, tomada de Isaías, que usa un lenguaje mucho más severo. No habla de desocupados sino de malvados y criminales. Pero los exhorta a regresar al Señor, que "tendrá piedad" porque "es rico en perdón". En el evangelio, con fuerte contraste, no son malvados y criminales los que van en busca de Dios; es el mismo Dios quien sale al encuentro, cuatro veces al día, de todas las personas que necesitan de su ayuda.
Tanto el evangelio como Isaías coinciden en afirmar, cada uno a su estilo, que los planes y los caminos de Dios son muy distintos y más elevados que los nuestros.
DE MI ÁLBUM
(Usquil-Milene Alfaro)
(Usquil-Milene Alfaro)
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