DE: "LAS MÁS BELLAS ORACIONES DEL MUNDO"
PLEGARIA DEL ESTUDIANTE
Señor, yo creo en el
estudio,
haz que sea una aventura
bella y constructiva
que me lleve a amar más.
Quiero ser libre, haz que
crea más
en la disciplina interior
que en la exterior.
Quiero ser sincero, haz que
sólo exprese palabras
que procedan de mi
convencimiento
y mi voz impida a otros a
apoyarse en mi silencio
para legitimar sus
pretensiones y comportamientos agresivos.
Quiero ser alegre, haz que
cultive en mí
el sentido del humor que
quita las amarguras del alma,
la paciencia para comenzar
de nuevo muchas veces
sin caer en la
desesperación.
Dame el gozo de tener
amigos.
Señor, yo creo en el
estudio,
haz que él forje en mí ideas
grandes.
Que de mis ideales y
experiencias positivas
reciban vida, la familia y
la sociedad,
ellas no sólo creen en Ti
sino que crean también en mí
como lo haces Tú.
Anónimo.
DOM. XIX DEL TIEMPO
ORDINARIO
Estén prevenidos
El Evangelio de hoy tiene
pensamientos distintos y cada uno de ellos nos podría servir de meditación.
Por una parte nos soluciona
un problema que tenemos, me imagino que todos.
Es éste: cómo Dios quiere
salvarnos a todos y sin embargo son muchísimos los que no lo conocen. ¿Hay
salvación para ellos?
De todas formas, debemos
tener las cosas claras y considerar que la misericordia de Dios es infinita.
En primer lugar ha dicho
Jesús: “No tengas miedo pequeño rebaño porque vuestro Padre ha tenido a bien
daros el reino”.
Es por consiguiente voluntad
del Señor que escoge a quien quiere. Escogió a Israel en el Antiguo Testamento
y en el Nuevo Testamento a la Iglesia que fundó Jesús.
Por otra parte el Papa
Francisco nos ha advertido que, cuando, a través de la historia de la
salvación, Dios escoge un pueblo o unas personas concretas, es precisamente
porque quiere que sirvan de puente para que otras muchas puedan llegar a Dios.
No porque rechace a los demás.
Queda claro que el conocer a
Dios es un regalo de Él y por otra parte, que todos tenemos obligación de
transmitir esta felicidad a otras personas.
Hoy se nos dice cómo debemos
actuar con los bienes materiales: venderlos y dar limosna, hacernos “talegas”
que no puedan perderse y prepararnos un tesoro inagotable en el cielo donde no
hay ladrones que roben ni polilla que malogre.
Sabemos muy bien que en
nuestra vida tenemos el corazón apegado a lo que creemos que es nuestro tesoro.
Jesús pide que aseguremos que ese tesoro sea el verdadero.
El Papa Francisco nos advierte
que, “la verdadera riqueza es el amor de Dios compartido con los hermanos”.
¡Hemos nacido para la eternidad, para Dios!
Esto es importante de una
manera muy especial pensando en lo que viene detrás de la muerte. Por eso Jesús
nos ha advertido que debemos estar preparados siempre para que, cuando venga el
Hijo del hombre, (que vendrá cuando menos lo pensemos), estemos bien
dispuestos.
En este domingo se nos habla
también largamente sobre la fe. La fe que vivieron y salvó a los patriarcas y a
todos los grandes santos, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento.
Así hemos visto la fe que
hizo obediente a Abraham hasta conseguir de Dios un hijo a pesar de la edad
avanzada y esterilidad de su esposa.
Esto precisamente, la fe de
Abraham que salió victorioso después de tantas pruebas, ha hecho que para
nosotros no sólo sea modelo sino también “nuestro padre en la fe”.
No es extraño que el salmo
aleluyático nos recuerde estas palabras concretas: “estad en vela y preparados
porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”.
.
.
Esta fe es muy necesaria en
la vida y el Papa Francisco, en el número 56 de su carta “La luz de la Fe” nos
dice así:
“Viendo la unión de Cristo
con el Padre, incluso en el momento de mayor sufrimiento en la cruz, el
cristiano aprende a participar en la misma mirada de Cristo, incluso la muerte
queda iluminada y puede ser vivida como la última llamada de la fe, el último
“sal de la tierra”, el último “ven”, pronunciado por el Padre en cuyas manos
nos ponemos con la confianza de que nos sostendrá incluso en el paso
definitivo”.
En el fondo este domingo nos
lleva a revivir nuestra fe mientras vivimos aquí en la tierra, pero también
nuestra fe de cara a la eternidad.
Será bueno que leamos y
meditemos la carta “La Luz de la Fe” que nos ha escrito el Papa Francisco y
estemos seguros de que si vivimos de la fe encontraremos la felicidad eterna.
Al decir “vivir de la fe”
nos referimos al texto tan conocido de Habacuc, que cita la carta a los
Hebreos, “el justo vive de la fe”.
De la fe vivimos, por ella
nos alimentamos y por ella estamos seguros de llegar al seno de Dios.
José Ignacio Alemany Grau,
obispo
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