miércoles, 10 de agosto de 2016

EN ASIA, LA SAUNA ROMPE LOS TABÚES / Francisco CARRANZA



(Escribo este artículo en Seúl gozando de la sauna, 25 de julio del 2016).

Cuando un ignorante del mundo asiático piensa o se imagina sobre este vasto y superpoblado continente hay dos o, quizás, tres posibilidades generales:

1. Gente de ojos rasgados, de pelo negro y lacio, y de piel amarillenta. Nos estamos refiriendo a los asiáticos del Extremo Oriente: chinos, japoneses, coreanos, taiwaneses… Lao Tse y Confucio son de esta área. Pero la Siberia asiática es blanca.

2. Gente de ojos grandes, de pelo negro ya lacio o rizado y de piel más oscura que blanca. Son los asiáticos de Medio Oriente y del área de India y de sus vecinos Paquistán, Nepal, Afganistán... Cito en orden cronológico a tres maestros de esta zona: Sidarta Gautama (el último Buda), Jesús y Mahoma.

3. Gente de ojos rasgados o grandes, de pelo negro ya lacio o rizado, de piel oscura. Son los del sudeste asiático, continentales e insulares: los continentales vietnamitas, tailandeses, camboyanos… Los insulares filipinos, malayos e indonesios…

El continente de Asia, como se ve, es geográficamente tan grande como culturalmente tan heterogéneo.

En la sauna todos se desnudan


Cuando un visitante americano (me refiero al continente) u europeo me pide información sobre la República de Corea, país que más conozco, hablo de la sauna, los saludos, los gestos y de otras particularidades gastronómicas.

Les informo sobre la realidad antropológica dentro de la sauna, una experiencia espectacular. En cualquier barrio coreano hay muchas saunas que funcionan las 24 horas. El precio de entrada oscila entre 6 y 8 dólares estadounidenses. Está al alcance de todos. Generalmente, las saunas están en los pisos bajos de los edificios por temor a las filtraciones de agua, vapor y calor. El acceso es común hasta la mesa de pago; luego, dos puertas hacia el interior separan a los clientes con los íconos de varón y mujer más las palabras en alfabeto coreano. Por los íconos no hay confusión. Yo no conozco sauna para ambos géneros.

Cuando los amigos no coreanos me han visitado, los he llevado a la sauna para que, fuera de bañarse, conozcan la realidad desnuda de Corea. Los zapatos quedan en la entrada, en una caja numerada cuya llave se presenta al controlador interno quien da la llave de la cabina para guardar la ropa. Pasando una puerta de vidrio están las pozas de agua tibia, caliente y fría; habitaciones de vapor seco, húmedo y de rayos infrarrojos. Los fuertes chorros de agua que salen de la pared, cuando se presiona un botón, es el masajeador hídrico. La gente desnuda, totalmente, goza de los espacios amplios. Allí los amigos se encuentran, los abuelos con los hijos y nietos conversan y se ayudan a quitarse la mugre de la piel con toallas ásperas.

El extranjero que entra a la sauna, naturalmente, primero es examinado de reojo; después, frontalmente. Luego, pasada la curiosidad, cada quien hace lo que quiere para bañarse mejor sin preocuparse del tiempo porque -si alguien quiere- hasta puede dormir en otros ambientes secos poniéndose ropas preparadas. Si tiene hambre, puede pedir por teléfono a los restaurantes vinculados con la sauna que, prestos, llevan la comida. Hay también una sala de descanso con televisor, teléfono público, servicios higiénicos, máquinas con bebidas frías. Cuando sobran horas para continuar el viaje, la sauna es el mejor lugar de descanso.

Algunos amigos mexicanos han gozado de la sauna coreana y hasta han visto a los monjes budistas de cabezas rapadas y totalmente desnudos, sentados en flor de loto, recibiendo chorros de agua fría. Entre los amigos peruanos, uno se sintió incómodo y sorprendido en los primeros momentos porque no se había imaginado que los coreanos (de apariencia recatada hasta en el saludo, pues hacen venias a distancia como para no ser tocados), dentro de la sauna andan desnudos exhibiendo todo; y, de qué modo.

-Padre, usted, antes que sacerdote es un hombre -traté de calmar al cura peruano-. El cuerpo humano no es un tabú. Ver el desnudo y desnudarse en la sauna tampoco es pecado.

-Bueno, bueno. Debo tomar esta experiencia como una lección del viaje y de la vida.

El sacerdote, después de esta experiencia, afuera se rio con todas las ganas, como si se hubiera liberado de muchas ataduras: Los prejuicios son culturales. Fue su conclusión.

Los asiáticos y americanos, antes de la presencia cristiana, eran muy amantes de los baños de sauna en las fuentes termales. Por eso representaron cuerpos humanos desnudos y actos sexuales en cerámicas (los mochicas, Perú), en esculturas (Kamasutra, India) y en pinturas (China). Por suerte, los religiosos prejuiciosos no los vieron o no los dejaron ver; de lo contrario, los habrían destruido por considerarlos pecaminosos.

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