domingo, 14 de agosto de 2016

EL REINO AHORA: Cap. 2. LOS VERDADEROS COLORES / Tony PEREDA



   En las recámaras de la Reina, la Reina Beatriz permanece sentada en posición rígida, luciendo un vestido dorado, mientras que un pintor dibuja un retrato de ella.
Janice observa la rapidez y atenuada forma en que el artista efectúa los trazos.
   “Qué maravilla. Es usted una musa, Su Majestad”, dice el pintor entrecerrando los ojos.
    “Y esos pendientes iluminan tu rostro”, opina Janice.
La Señorita Pía entra en la habitación acompañada de un joven delgado de cabello blanco. Su vestimenta parece algo moderna para el estilo de esta era; un sombrero de ala ancha que cae a los lados de la cabeza, un chaleco de raso rojo y unos pantalones apretados de color rosa.
Janice se emociona al ver a su hermano, Flere, en el Palacio.
   “Hasta que decidiste venir…”, Janice le da un afectuoso abrazo.
   “Sí, hermanita. Hay que tener paciencia en esta vida”.
Flere se impresiona al ver que su prima, la Reina Beatriz, se ha convertido en una mujer de extrema elegancia.
Flere se arrodilla delante de la Reina.
  “Buen día, Su Majestad”, le dice. 
   La Reina Beatriz no puede mantener más la incómoda postura. El pintor asiente con la cabeza.
   “No te burles. Qué alegría tenerte aquí”, dice la Reina.
   “Pero mírate. Eres la Reina de reinas”.
Flere observa la pintura.
   “Esto es sin duda una obra de arte”.
La Reina Beatriz sonríe.
   “El Rey me lo pidió como algo muy especial”.
   “Y le obsequió esos pendientes de diamantes que han estado en su familia por generaciones”, comenta Janice.
Flere luce deslumbrado con el resplandor de los pendientes.
   “Deben valer más de lo que sé contar”, observa Flere.
   “El Rey lo revelará mañana a sus invitados”.
   “Y habrá un gran baile”, dice Janice con una amplia sonrisa.
Flere mira en varias direcciones.
   “De haber sabido, venía más antes”.
La Reina Beatriz sonríe.
   “Algo tarde, pero me alegra que hayas aceptado mi invitación”.
   “Soy yo el que está agradecido”.
Este Palacio es cuatro veces más grande que el nuestro”. La Reina y Janice ríen.
   “Me estaba olvidando de felicitarte por terminar tus estudios”.
   “La Academia es una locura. Contaba los días por largarme”. Flere abre su bolso de cuero.
   “A propósito. Traigo una carta para Su Majestad”. La Reina recibe la carta. Ve que es de su madre, la Reina de Crystland.
   “Y una para tí”. Flere entrega una carta a Janice. Janice la mira emocionada.
   “Espero que pronto pueda visitar a nuestros padres”. Flere toma una pequeña caja de su bolso.
   “Y este es un regalo para el Rey”.
   “El Rey Aidan está ahora en una reunión. Me aseguraré de que lo reciba”, dice la Señorita Pía. La Reina se levanta.
   “Señorita Pía es usted muy amable. Acompañe a este Caballero a su habitación”.
Flere sonríe, muy orgulloso al escuchar a su prima.
   “Mi querido Flere, disfruta de tu estadía”, agrega la Reina.

   En la lavandería, Alysse dobla una sábana sobre una larga mesa.
Sharize se acerca y observa la triste mirada de Alysse.
    “No me digas que la Señorita Pía te ha regañado”.
   “Todo es culpa mía. Quizás éste no sea mi lugar”.
Sharize la toma de la mano.
   “Si te marchas, la Reina perderá su nueva Dama de honor”.
Alysse mira hacia arriba.
   “Es verdad, pero a veces siento que ella es la causante de todo”.
   “Debes haberle causado muy buena impresión, ya que jamás ha solicitado la ayuda de alguna otra doncella”.
    “Tienes razón. Le mostraré lo agradecida que estoy”, sonríe Alysse.
Alysse toma el montón de sábanas. Sharize asiente con la cabeza.

   En la panadería, Nidia entra en su dormitorio y se detiene delante del espejo. Ella admira la forma en que el collar luce en ella. Luego, observa el reflejo de Milun en el espejo y da vuelta. Milun observa detenidamente el collar en el cuello de Nidia.
    “¿Es tu regalo de boda?”, pregunta Milun.
Nidia lo empuja.
   “¿Cómo te atreves?, mi padre te matará si te ve”.
   “No me iré sin que antes me respondas. Sé que hay algo de este noble Caballero que me ocultas”. Nidia se voltea pero Milun la toma del brazo.
   “¿Cómo es que lo conoces?” Nidia permanece en silencio.

   En uno de los pasillos, Alysse transporta la pila de sábanas hacia las recámaras de la Reina. El Duque abre una puerta y sin querer golpea a Alysse por detrás. Las sábanas se esparcen por todo el suelo. El Duque extiende su mano hacia Alysse.
   “Deberías tener más cuidado…”
Él se siente deslumbrado por la exótica belleza de Alysse.
   “No creo haberte visto antes”, añade el Duque.
   “Soy la Dama de honor de la Reina”.
Alysse recoge las sábanas. El Duque camina a su alrededor.
   “La Reina cuenta con el privilegio de estar rodeada por doncellas muy hermosas”.
Alysse se siente incómoda y decide marcharse. El Duque la toma del brazo.
   “Esos ojos marrones reflejan esfuerzo y dedicación”.
   “Sí, mi Señor”.
    “Déjame decirte que soy un Caballero muy generoso”.
Alysse, muy nerviosa, intenta zafarse; pero el Duque continúa sujetándola del brazo.
   “Ahora, ya sabes dónde encontrarme”.
   “Déjeme ir”.
   “Parece que no tienes idea de quién soy yo”, responde el Duque.
El Monseñor Blanco se acerca y el Duque libera el brazo de Alysse. Alysse mira al Monseñor.
   “Su Señoría, permítame; debo continuar con mis deberes”.
   “¿Y Su Majestad, la Reina, continúa indispuesta?”, pregunta el Monseñor.
   “A pesar de la lluvia, ya se siente mejor”. Alysse hace reverencia y se marcha. El Duque le sonríe al Monseñor, pero el Monseñor mantiene su mirada seria.
   “Espero que no piense que estoy interesado en esta sirvienta Bordana”, aclara el Duque. El Monseñor ríe.
   “Es usted un hombre muy selectivo, debo admitir”. El Duque ríe.
   “No creo que usted sea la persona indicada para hablar de mujeres, ¿no es verdad, Su Excelencia?”
    “Estoy de acuerdo. Hablaremos de un hombre. Un hombre que está realmente preocupado por las manifestaciones en el norte”. El Duque mueve los ojos con fastidio.
   “El Amo Columbio, me imagino. Como es el miembro que lleva menos tiempo en la Corte, se preocupa por todo”.
    “Puede ser que él tenga algo de razón. Al menos no lo he visto jugueteando con las criadas”. El Duque ríe.
   “Para su información, muy pronto voy a desposar a una bella mujer. Las otras no son más que unas pequeñas capillas”.
   “Debe saber que no estoy aquí para perder mi tiempo intercambiando cumplidos”,
 responde el Monseñor.
    “Comprendo. Trataré de reunirme con Columbio e informarle sobre el progreso de las negociaciones”. El Monseñor asiente con la cabeza.

   La diferencia entre las clases sociales en Frezzia ha aumentado considerablemente en los últimos veinte años. Caracterizada por la opulencia y el lujo, la nobleza cuenta de privilegios feudales, así como preferencia en alcanzar altas posiciones eclesiásticas, civiles y militares; mientras que los agricultores se ven obligados a trabajar la tierra para poder vivir.
   En una de las aldeas del norte, Latsia, un grupo de campesinos está tomando a la fuerza el control de una casa señorial. En el patio de la casa, los campesinos arrastran al Gran Patrón, un hombre de elegantes vestimentas y lo atan a un palo. La familia de este hombre grita al presenciar el crudo maltrato. El organizador de esta protesta, Brett, un joven de cara manchada, quien tiene aspecto de hambriento y sed de venganza, golpea sin piedad al Gran Patrón con su látigo de púas.
   “Esto les pasa por ignorar nuestras quejas. Estamos hartos de trabajar todo el día y no poder conseguir ni un solo centavo”.
El rostro del Gran Patrón ya está totalmente ensangrentado.
   “No es culpa mía. Mi deber es recolectar los impuestos para el Rey”, dice el Gran Patrón con voz temblorosa. Brett levanta su látigo. Arturo se coloca delante del Gran Patrón.
   “Muchacho. Esta no es la solución”.
Brett ríe.
   “Como de costumbre, el clero. También culpable de la corrupción”.
Arturo se arrodilla y baja su mirada.
   “En ese caso permíteme recibir el castigo en lugar de este hombre”.
Brett siente compasión por Arturo.
   “No eres más que un loco. Aprovecha y oye sus pecados. Es lo único que los sacerdotes saben hacer”.
Brett se acerca al Gran Patrón.
   “Y tú, envía este mensaje al Rey”.
Brett y los otros campesinos se marchan. El Gran Patrón evita mirar a Arturo, avergonzado por su situación. Arturo limpia con un pañuelo la sangre del rostro del Gran Patrón.

   En la cocina, Alysse espera  que una bandeja esté lista. Miccael se acerca a ella con un ramo de rosas.
   “Una mujer tan bella como tú siempre debe sonreír”.
 Alysse sonríe y huele las rosas.
   “¿Crees que deba llevarlas a mi habitación antes de que me meta en problemas? Parece que todo lo que hago aquí es incorrecto”.
   “Te doy la razón, lidiar con la Señorita Pía no es fácil. Recuerda que aquí estoy si necesitas con quien hablar”, responde Miccael.
Miccael observa como hipnotizado los ojos de Alysse. Yllia los observa desde la puerta.

   En el Salón de los nobles, Flere toca su flauta. El Rey Aidan, la Reina Beatriz y Janice disfrutan de la melodía. Al finalizar, el Rey aplaude.
   “Impresionante”, dice el Rey. Flere sonríe.
   “Si gusta, puedo tocar toda la noche para Su Majestad”. El Rey se pone de pie.
   “Me encantaría, pero debo asistir a una reunión importante en la mañana. Por favor, continúen”. El Rey Aidan besa las mejillas de la Reina  y sale del salón. La Reina parece aún perturbada por haber visto al Rey con su amante el otro día. Flere nota su semblante y se acerca a la Reina.
   “¿Deseas ya descansar?”, le pregunta.
   “¡Oh, no, perdóname! Esa melodía me trajo recuerdos de mi familia”.
Janice decide cambiar el tema de la conversación.
   “Debemos prepararnos para el baile de mañana”.
   “Pero si sólo tengo que aprender algunos pasos”, comenta Flere.
La Reina Beatriz sonríe.
   “Dime querido, ¿acaso dejaste algún corazón roto?”, pregunta ella.
Flere  ríe.
   “Los estudios y el romance no eran para mí. Veré qué me ofrece Frezzia”.
Alysse entra y les sirve unas bebidas. Janice retira la bandeja de las manos de Alysse.
   “Déjame presentarte a mi querido hermano, Flere”. Flere besa la mano de Alysse.
   “Qué placer para mí, es usted una señorita muy hermosa”.
   “Le agradezco, Señor Flere”. Alysse hace reverencia. La Reina y Janice se miran sorprendidas. Ellas esperaban que Alysse responda al saludo en Criztino.
   “Alysse sabe hablar nuestro idioma. Debes tener cuidado”, dice Janice. Flere ríe.
   “Y nos ayudará con la música. Le encantan las mascaradas”, dice la Reina, tratando que Alysse deje a un lado la etiqueta.
   “¡Las mascaradas!, exclama Flere, muy emocionado,
   “¿Aún existen aquí los bailes de máscaras, así como los que contaban los libros?”
   “Alysse te lo contará todo”, dice Janice.
Alysse baja la mirada y recuerda las advertencias de la Señorita Pía. La Reina y Janice miran a Alysse esperando ver su espontáneo entusiasmo, pero…
   “Es hora de preparar su alcoba, Su Majestad”, dice Alysse. La Reina y Janice se miran extrañadas.

   En uno de los pasillos, el Duque se encuentra con Columbio.
    “Esperaba tu llegada”.
    “Mi camarada favorito, ¿muriendo de impaciencia por verme?”, pregunta el Duque. Columbio sonríe.
   “Después de conocer la grave situación en el norte era necesario”. El Duque  ríe.
   “Le advertí al General Riot que el informe no estaba listo aún”.
   “El Rey se muestra preocupado y me pidió que te ayudara. ¿Cómo marchan las conversaciones con los campesinos?” El Duque se frota las manos.
   “Todo está bajo control. Pero vamos. Déjame invitarte una botella de vino”. Columbio asiente con la cabeza.

   En la taberna de la aldea, un bullicioso y pequeño establecimiento lleno de mesas y sillas de madera, el Capitán Donoch y cuatro de sus soldados permanecen sentados alrededor de una mesa circular. Milun entra y el Capitán Donoch lo observa con sorpresa.
   “Como lo adiviné, no ha pasado ni un día y ya nos necesitas”.
Milun se acerca a la mesa. El Capitán Donoch se da cuenta de la triste expresión en el rostro de Milun y mueve su mano. Los otros soldados entienden la señal y se retiran.
   “Siéntate y dime qué ocurre”.
Milun aprieta los puños.
   “Lo que usted presentía era correcto. Nidia está comprometida”.
El Capitán Donoch no se sorprende en absoluto.
   “Lamento haber regresado a Frezzia”, añade Milun.
El dueño de la taberna, un hombre bastante corpulento y de cejas costrosas, coloca en la mesa varias jarras de cerveza.
    “Cuando un marinero parte, no hay garantía de su regreso. Imagina lo difícil que es para las personas que abandona”, dice el Capitán.
    “Soñaba en regresar. Pero ahora todo en mi vida se ha oscurecido”.
El Capitán Donoch coloca su mano sobre el hombro de Milun.
   “Hijo, estás conociendo el verdadero color del amor”. Milun toma un trago.
   “Estoy seguro que ella no ama a ese Caballero. Sus ojos no mienten”.
   “No trates de justificarla”.
   “Este Caballero es miembro de la nobleza”.
El Capitán Donoch parece sorprendido.
   “Pertenece al entorno del Rey. El Duque…el Duque de…”, añade Milun.
   “¿El Duque de la Motte?”, pregunta el Capitán.
Milun asiente con la cabeza y se retira.
Se dirige luego al pequeño mercado de la aldea para encontrarse con Nidia.

   Cerca de allí, en un exclusivo y privado cabaret, el Duque y el Amo Columbio deleitan su mirada con el movimiento de vientre de una bella bailarina quien se abre paso entre los asistentes. Columbio, ya un poco mareado, ríe a carcajadas.
   “Pensé que beberíamos una copa de vino en la glorieta del jardín, pero este lugar es increíble”.
   “De vez en cuando un poco de diversión es necesario”.
La bailarina acerca a Columbio su ondulante vientre. Columbio nervioso, la toma de las caderas. La bailarina toma la mano de Columbio y le indica con señas que la siga. El Duque lo empuja.
    “Dale lo que se merece”.
Columbio y la bailarina se marchan. El Duque ríe.

   Al día siguiente, en la sala de esgrima, Flere y Janice practican con sus floretes. Ambos visten chaquetas y pantalones especiales.
   “No está nada mal para una dama”, opina Flere.
   “Y eso que no lo practico desde hace mucho”. Janice bebe de una taza.
   “A propósito, la Reina ha mencionado que hay un Caballero detrás tuyo”.
Janice suelta un grito ahogado.
   “El Amo Columbio y yo somos sólo amigos”, responde Janice.
   “¿Y...?”
   “Bueno, te confieso que es un Caballero muy galante”.
   “Eso es un buen indicio”. Janice baja la mirada.
   “En realidad prefiero no involucrarme con alguien de este reino”, comenta Janice.
Flere la abraza.
   “Eso no importa. Estoy seguro que harías feliz a cualquier hombre sin importar su procedencia”. Janice ríe.

   En la Cámara del Consejo Real, el Rey y su Corte se reúnen. El General Riot aclara la garganta mientras desenrolla un pergamino. Él lo lee.
   “Hemos recibido un grave informe de un incidente producido en la aldea de Latsia. Uno de los Patrones fue capturado y agredido”.
   “¿Cómo pudo ocurrir algo así?”, grita el Rey.
Columbio observa al Duque sorprendido. El Duque se frota las manos.
   “Se les advirtió que no deberían salir de sus casas de noche”.
El General Riot enrolla el pergamino.
   “Los manifestantes ingresaron y lo agredieron en presencia de sus familiares. Se dice que un misterioso sacerdote logró salvar su vida”.
   “La gente tiene mucha imaginación. Este grupo de rebeldes son sólo unas cuantas familias en contra de la paz en el reino”.
Columbio se levanta.
  “Quizás es tiempo de investigar la situación a fondo”. El Rey se muestra preocupado.
  “No toleraré más estas acciones. Ordene a nuestras tropas tomar represalia si es necesario”, dice el Rey con determinación.
   “Tiene que haber una mejor solución”, opina Columbio. El Rey Aidan sale de la habitación. Columbio se acerca al Duque.
   “Debes informar al Rey de tu propuesta de reducir los impuestos”, dice Columbio.
El Duque ríe.
   “Me da la impresión que el alcohol de anoche te ha afectado. Los impuestos no van a cambiar debido a unos ignorantes campesinos”.
Los otros miembros de la Corte se sorprenden al oír al Duque hablar así. Columbio está furioso.
   “Pero ¿cómo te atreves? Informaré al Rey de tus palabras ofensivas”.
   “Tengo mejores cosas qué hacer que escuchar tus chillidos”.
El Duque sale de la habitación.
   Columbio se acerca a Riot.
  “Su hiriente actitud merece una severa sanción”. Riot baja la mirada.
  “Debes admitir que la reunión terminó con la salida del Rey. Lo que se discute luego no se toma de manera oficial”.
Columbio no puede creer las palabras de Riot.
   “Nuestra función es la de informar. Si el exceso de impuestos es la causa de los problemas, se debe trabajar en ello para una correcta solución”.
Riot sale de la habitación. Columbio aprieta los puños.

   En la aldea, los comerciantes ofrecen sus productos sobre largas mesas. Dos lecheras caminan con sus baldes sobre sus cabezas. Nidia camina junto a Milun con una cesta bajo el brazo y toma la manzana más roja de una de las mesas.
   “Parece jugosa. Espero que esté deliciosa”, dice Nidia
   “¡Ojalá que no esté podrida por dentro!”, dice Milun en tono sarcástico.
Nidia intenta alejarse, pero Milun la toma del brazo.
   “Dime la verdad, ¿cómo llegaste a conocer al Duque?”.
Nidia se da vuelta.
   “Mi padre se encargó de todo”.
   “Ya sabía yo que su avaricia estaba detrás de todo esto”.
   “¡Cállate! Mi padre quiere lo mejor para mí y es mi deber hacer lo que él diga”.
Milun toma las manos de Nidia.
   “¿Y qué es lo que tu corazón te dice?”
   “Mi corazón ha estado congelado desde el día que te fuiste”.
   “Si una vez me perteneció, estoy dispuesto a luchar por él”.
   “Mi padre jamás permitirá lo nuestro. Me obligaría de todos modos”.
   “Entonces nos marcharemos por barco”. Nidia observa a Milun detenidamente.
   “¿Y qué sucederá con mi compromiso? Mi padre jamás me lo perdonará”, responde Nidia.
    “Él aprenderá que no eres propiedad de nadie”.
    “Me pregunto ¿qué diría mi madre a todo esto si aún viviera?”.
    “Estaría muy orgullosa de lo que estás a punto de hacer”.
Milun la abraza.
    “Sólo regresé por ti. Te pido perdón con todo mi corazón”.
    “Prométeme que nunca me abandonarás”.
Nidia y Milun comparten un apasionado beso.

    En la sala de esgrima, Columbio demuestra su habilidad con la espada luchando contra uno de los soldados. Janice entra y observa la práctica.
Columbio se acerca y se inclina hacia ella.
    “Señorita Janice. ¡Es una hermosa mañana!”. Janice observa a Columbio detenidamente.
   “Me sorprendió tu ausencia durante el desayuno”. Columbio sonríe.
   “A veces, después de asistir a una reunión, una buena práctica es todo lo que necesito”.
   “¿Ocurre algo malo?”
   “Sólo un par de altercados en el norte. No hay necesidad alguna de preocupar a la Reina”.
   “Mi boca está sellada. Al menos por ahora”, responde Janice.
Columbio y Janice se miran a los ojos. Flere se acerca y ve a Janice con Columbio.
   “Hermano, permíteme presentarte al Amo Columbio. Éste es Flere”.
Flere y Columbio se dan la mano.
   “Su Excelencia”, dice Flere.
   “Es un placer conocerte. La Reina debe estar feliz al tener a sus dos primos cerca”, opina Columbio.
Flere sonríe y levanta la cabeza.
   “Definitivamente, éste es un lugar que vale la pena visitar”. Columbio ríe y regresa a su práctica.
Flere sonríe a Janice.
   “¿Es éste el Caballero que mencionaste?”
Janice responde a la pregunta de Flere con una amplia sonrisa.

   En el Monasterio de San Mirador, el Monseñor Blanco ingresa junto a su séquito de soldados de uniforme rojo, quienes están expresamente al servicio del clero. Su líder, el Capitán Jasper, cuyo cabello largo y rizado cubre la mitad de su rostro, permanece al lado del Monseñor. El Padre Superior recibe al Monseñor con un cálido abrazo.
    “Frezzia está bendecida con vuestra sabiduría”. El Monseñor Blanco sonríe.
   “Sigo pensando que el monasterio es el lugar adecuado para mí”, dice el Monseñor. El Padre Superior sonríe y camina con ellos. En las recámaras de la Reina, Janice y Flere ayudan a la Reina a decidir qué ponerse para el baile. Alysse entra y la Reina le pide que se acerque.
 “¿Cuál de los vestidos crees que es el más apropiado?”.
Alysse prefiere no responder.
    “Debe ser muy difícil tener que escoger algo con tantas opciones”, opina Flere.
La Reina observa a Alysse con detenimiento.
   “Imagina que el baile de esta noche es una mascarada. ¿Con cuál de los vestidos luciría mejor?”
   “Su Majestad, yo…yo...”
Flere se acerca a Alysse.
   “Vamos, dime ¿qué es una mascarada?”, pregunta él.
Alysse empieza a escuchar la melodía en su cabeza. La Señorita Pía observa desde la puerta. Alysse se da cuenta que la Señorita Pía la está vigilando, pero se llena de valor y toma la mano de Flere.
    “Sígueme”, dice Alysse.
Flere afirma con la cabeza y toma a Alysse de la cintura. Ellos bailan al ritmo de la balada.
 “¿No tienes nada qué vestir?
Es sólo un baile, una sola vez.
Corta una sábana, sé artesana,
Esa mejilla, ¿quién la maquilla?”
Mira al espejo,
Date prisa o te dejo.
Se acerca un Caballero, bailaremos muy ligero.
A la izquierda, a la derecha
La guitarra toca satisfecha.
Es una danza mágica,
todos llevan máscaras y sombreros de pluma.
Como esta noche no hay ninguna”.
   La Reina Beatriz, Janice y Flere quedan encantados con la canción. En la puerta, la Señorita Pía aprieta su pañuelo llena de rabia.

   En la cocina del Palacio, Yllia se acerca a Miccael y acaricia su pecho.
   “Me he dado cuenta de que estás cortejando a la nueva criada”.
Miccael retira de su pecho la mano de Yllia.
   “Pensé que tenías mejores gustos. Es una Bordana”, agrega Yllia.
Miccael mira a Yllia con evidente fastidio.
   “No te permitiré que te refieras a Alysse de esa forma”.
Miccael se aleja. Yllia ríe.

   En el monasterio, el Monseñor Blanco y el asistente del Padre Superior, Donés, caminan por un pasillo. Donés, un alto albino, viste una túnica color púrpura y una capucha que cubre parte de su rostro.
   “El Padre Superior se siente aliviado ahora que terminó la guerra. Creo que a veces lamenta el haber dejado el Palacio”, dice Donés. El Monseñor Blanco ríe.
   “Espero se dé cuenta del arduo trabajo que se requiere. Él merece un descanso después de todos estos años”, responde el Monseñor. Donés y el Monseñor observan a Arturo orando en el jardín.
   “Parece que este hombre continúa en penitencia”, observa el Monseñor. Donés asiente con la cabeza.
   “¿Has tratado de llegar a él?”
   “Su Excelencia, creo que sería una pérdida de tiempo”, responde Donés.
   “Me pregunto, ¿qué tan graves serán sus pecados?”.

   En el barco de Milun, “La Rosa”, Nidia se presenta con una maleta de cuero en la mano. Milun se acerca y toma la maleta. Nidia baja la mirada.
   “Mi padre jamás me lo perdonará”.
   “Él fue una vez joven y logrará comprender”, responde Milun.
   “En verdad no se merece que le cause todo este sufrimiento”. Nidia apoya la cabeza sobre el pecho de Milun.
   “¿Quién sabe si después de este viaje lo pierda para siempre?”, pregunta Nidia.
   “Este viaje sólo ayudará a que disipes tus problemas”.
   “Si mi madre estuviera aún, ella jamás permitiría todo esto”. Nidia toca su cuello.
   “Debo regresar. Olvidé traer el rosario de mi madre, y es lo único que tengo de ella”. Milun sabe que es una mala idea.
   “No creo sea necesario. Es momento de partir, pronto se oscurecerá”.
   “No puedo irme sin él. Tendré mucho cuidado”. Milun asiente con la cabeza.
   “Está bien, pero iré contigo. Debemos darnos prisa”.

    En el Palacio, los invitados llegan en sus carruajes. Ellos visten elegantes atuendos. En su habitación, Alysse abre su armario y toma uno de sus vestidos. El vestido presenta rasgaduras por todos lados. Alysse, muy sorprendida, hurga en los otros vestidos y observa daños en todos ellos mientras que varios retazos caen al suelo. Alysse recuerda la cara de enfado de la Señorita Pía en las recámaras de la Reina cuando ella cantaba la mascarada.
    “En verdad, me detesta”.
Alysse solloza sobre su cama.

   En las recámaras de la Reina, la peluquera, una señora muy refinada y sonriente ondula el cabello de la Reina. Janice entra. Ella lleva puesto un vestido blanco.
   “Luces tan adorable”, dice la Reina.
   “Muchas gracias”.
Sonríe Janice.
   “Necesito ayuda con el vestido. Alysse ya debería de estar aquí”. Janice baja la mirada.
   “Ya es casi la hora. Los invitados esperan por ti”.
La Reina Beatriz niega con la cabeza.

   En el salón de baile, los invitados bailan sobre un brillante piso de madera. En el medio de la habitación, dos sirvientes sostienen un lienzo cubierto por un telar. El heraldo anuncia la presencia de Sus Majestades. Los invitados se inclinan mientras que el Rey Aidan y la Reina Beatriz ingresan. Todo el mundo está impresionado con el vestido dorado de la Reina. El pintor agradece a todos por su presencia y retira el telar, dejando al descubierto el impresionante retrato de la Reina luciendo el mismo vestido dorado, y los pendientes de diamantes que pertenecieron a la familia del Rey. Todos admiran la majestuosa belleza de la Reina, ahora reflejada en el lienzo.
   “Has dejado a todos maravillados”, dice el Rey.
La orquesta toca un vals. El Rey lleva a la Reina hacia la pista de baile.
   “Espero me entiendas ahora. Quería impregnar tu belleza para las futuras generaciones”, añade el Rey.
La Reina sonríe, baja la mirada, y se da cuenta de que el Rey lleva en el bolsillo de su abrigo una pequeña caja envuelta en una tela.
El Rey logra encontrar entre la multitud a la bella muchacha que besó el otro día.
La Reina percibe en la mirada del Rey que ese obsequio no es para ella.
Janice disfruta al ver a la Reina moverse al ritmo de la música.
Al terminar la melodía, las parejas forman dos líneas en la pista de baile preparándose para el siguiente vals.
Columbio se acerca a Janice.
   “¿Me concederías este baile?”
Janice, sorprendida, asiente con la cabeza y camina con él. Flere se alegra al ver a su hermana en la pista de baile.
La orquesta toca un minueto. Janice parece perdida con la música, pero Columbio la guía. Todas las parejas bailan alineados y sus pasos resuenan en el piso.

   Nidia y Milun llegan a la panadería. Nidia decide trepar a su balcón. Milun la carga mientras que Nidia se sostiene de la baranda.
   Nidia logra subirse e ingresa en su habitación. Milun observa que la carroza real del otro día se detiene en la entrada de la panadería.
   “Eligió venir en el momento más inoportuno”, dice Milun.

   En el Palacio, Alysse entra en el salón de baile vestida con el uniforme de servicio. La Reina Beatriz la observa con sorpresa al ver que desobedeció sus órdenes. Alysse hace reverencia delante de la Reina.
   “Su Majestad”, dice Alysse.
   “Pensé que me habías abandonado”.
  “Perdóneme, Su Majestad. La próxima vez me daré un tiempo para acomodar mi vestido en la talla correcta”. La Reina Beatriz sonríe.
  “Parece que aún no me conoces, ¿verdad? No me importa lo que lleves puesto, tu compañía es lo que necesito”.
  “Haré lo que usted diga, Su Majestad”. El rostro de Alysse se llena de felicidad.

   En la panadería, Milun observa que Erasmo sale a recibir al Duque. Milun decide avisar a Nidia y trepa hacia el balcón. En su habitación, Nidia busca el rosario de su madre por todas partes.

   En el Palacio, la Reina Beatriz se reúne con sus invitados. Entre ellos Mónica, la amante del Rey.
   “Permítanme presentarles a mi primo, Flere, quien acaba de graduarse en Artes Liberales”.
   “Es un placer conocerlos a todos”. Flere asiente con la cabeza.
   “¿Son todos los hombres en Crystland tan encantadores?”, pregunta la Dama Felicia. Flere  ríe.
   “Parece que los dioses me han otorgado muchas bendiciones”. 
Mónica mira a Flere con desdén.
   “Estoy segura que aprenderás mucho de la moda, aquí. Volverás a tu reino convertido en un Caballero muy refinado”, dice ella. Todos se sorprenden al oír el comentario sarcástico de Mónica. Flere decide no hacerle caso y sonríe, pero la Reina la mira con rabia.

   En la panadería, Nidia encuentra el rosario de su madre. Nidia oye pasos acercándose hacia su habitación y cierra la puerta del balcón. Erasmo se detiene en la puerta.
   “El Duque ha venido a verte”.
   “Pero no estoy vestida de manera apropiada”, dice Nidia. El Duque entra en la habitación de Nidia. Nidia lo observa sorprendida.

   En el Palacio, la esposa del General Riot, Laura, una elegante mujer de aspecto altanero, logra inclinarse ante la Reina a pesar de tener una enorme barriga, producto de su gestación.
   “Te felicito. Esa pintura en realidad muestra tu verdadera esencia”. La Reina Beatriz sonríe y observa su retrato.
   “Espero logre verme así por la eternidad”. Laura sonríe.
   “Eres una buena reina, buena esposa y algún día te convertirás también en una buena madre”. La Reina le agradece por sus palabras.
   “Riot y yo no esperábamos tener un hijo tan pronto”, agrega Laura.
   “Los felicito a ambos”, dice la Reina.
Alysse se acerca con una bandeja de bebidas.
   “Tener un hijo es una bendición”, comenta Alysse.
Alysse continúa sirviendo a los demás invitados. Laura se siente fastidiada por el comentario de Alysse.
   “Esta criada necesita aprender a no interrumpir las conversaciones”. La Reina sonríe.
   “Alysse es mi nueva Dama de honor. Tiene mucho que aprender aún”, observa la Reina. Laura niega con la cabeza.
  La Reina mantiene su mirada en el Rey Aidan y presencia la salida del Rey del salón de baile. La Reina no puede ocultar su angustia y decide retirarse. El Monseñor Blanco se le acerca.
   “No hay de qué preocuparse, Su Majestad. Estas ambiciosas muchachas abundan en todas las Cortes”. La Reina Beatriz se da cuenta que al Monseñor no le puede engañar.
   “¿Entonces debo fingir estar ciega y pasarlo por alto?”
   “De ninguna manera, Su Alteza. Observe nuevamente su retrato”.
   La Reina Beatriz eleva la mirada.
   “Dese cuenta que lleva sobre su cabeza, la corona. Es usted la Reina. Ninguna mujer está a esa altura”, agrega el Monseñor. La Reina llora. El Monseñor trata de disimular con los invitados.
   “No es usted la que debe llorar. Hace mucho tiempo en Frezzia, existían castigos muy severos en estos casos. Parece que esta muchacha necesita una lección de historia”. La Reina Beatriz mira fijamente a los ojos del Monseñor.

   En la cocina, Alysse espera por una bandeja. La Señorita Pía se acerca.
   “Te has excedido con tu vergonzoso comportamiento. ¿Cómo te atreves a poner el uniforme de servicio después que la Reina te dio de vestir?”
Alysse sonríe.
  “De todas formas, a la Reina no le importa eso, igual disfruta de mi compañía”.
  “Qué descaro. Seguro hiciste dinero con esos vestidos”, responde la Señorita Pía. Alysse hace una mueca de fastidio.
    “Bien sabemos que usted fue quien se encargó de hacerlos añicos y todo para hacerme quedar mal delante de la Reina”.
   La Señorita Pía la mira indignada.
  “¿Has perdido la cabeza? No puedo tolerar esta falta de respeto”. Alysse coloca las manos en sus caderas.
  “Niéguelo si gusta, pero espero se haya dado cuenta que en mi cuerpo todo luce bien”. La Señorita Pía, llena de ira, golpea la cara de Alysse.
   “Tienes hasta mañana para recoger tus harapos”. Alysse sonríe con sarcasmo.
   “Está muy equivocada. Yo trabajo para la Reina, y ella es la única que decide”.
   “¿Pero cómo te atreves...?”. Alysse toma la bandeja y se retira.
La Señorita Pía explota de furia.

   En el salón de las diosas, Mónica ojea un libro, esperando a que ingrese el Rey Aidan. De repente, la Reina Beatriz es la que entra.
Mónica se sorprende al verla.
    “Su Majestad, necesitaba tomar un poco de aire. Después de tanto baile...me duelen los pies”, dice Mónica. La Reina Beatriz se acerca y toca el cabello de Mónica.
   “Una bella muchacha como tú necesita disfrutar de la noche, de un delicioso vino y sin duda de la compañía de un agradable Caballero”. Mónica sonríe.
   “Pero cometes un error. Este es mi Palacio y no me gustaría ver tu cabeza rodando por el piso”, añade la Reina.
Mónica, asustada, observa a la Reina Beatriz.
   “Su Majestad,…me temo que usted está confundida. Yo sólo vine a descansar”. La Reina ríe.
    “Parece que nuevamente tengo problemas con la barrera del idioma. Trataré de usar una estructura más fácil. Si no te largas de mi palacio ahora, haré que tu cabeza permanezca colgada en lugar de mi retrato”.
   “Su...Su Majestad…”
   “¿Ahora, sí lograste comprender mis palabras?”. Mónica sale de la habitación rápidamente.
La Reina Beatriz baja la mirada, algo satisfecha.

   En la panadería, el Duque obsequia a Nidia un pequeño cofre. Nidia lo abre y encuentra un anillo de diamante. Nidia permanece muy impresionada con el brillante resplandor del anillo. Detrás de la puerta del balcón, Milun escucha la conversación.
   “Cuento los días para casarnos y llevarte conmigo a Palacio”. El Duque besa los labios de Nidia y ella deja caer el rosario.

   En el Palacio, los invitados bailan cogidos de las manos. Janice se acerca a la Reina Beatriz.
   “Te busqué por todas partes”.
   “Tenía algo muy importante qué conversar con una de las damas”, responde la Reina.
   “Me pareció que el Rey también te estaba buscando”. La Reina Beatriz trata de disimular su semblante. Ella observa cómo el Rey trata de encontrar a Mónica entre los que bailan.
   “Hazme un favor”, dice la Reina.
Las manos de la Reina cubren la oreja de Janice. Janice asiente con la cabeza.
Janice se acerca a los músicos mientras que la Reina Beatriz se acerca al Rey Aidan. Los Caballeros del Rey le abren paso. La orquesta toca la melodía que Alysse les enseñó a pedido de Janice.
   La Reina extiende su mano hacia el Rey.
   “¿Bailamos?”, pregunta la Reina. El Rey sonríe y toma su mano. Los invitados forman un círculo alrededor de ellos.
El Monseñor Blanco observa detenidamente a la Reina Beatriz. Flere se acerca a Janice.
    “El Rey la mira con mucha devoción”, dice él. Janice sonríe.
Alysse se detiene en la entrada del salón. Ella se sorprende al escuchar la melodía de su conocida mascarada. Miccael se acerca.
   “¿Disfrutando de esta fiesta por tu cuenta?”, pregunta él.
   “No pensé que tocarían una de mis canciones favoritas”, responde Alysse.
Alysse mueve la cabeza al ritmo de la música.
   “No estaré permitido de llevarte a la pista de baile pero, ¿me ofrecerías este baile?”, pregunta Miccael.
Miccael extiende su mano y Alysse la toma. Alysse cierra los ojos y baila con él.

   En la panadería, luego que el Duque ya se ha marchado, Nidia abre la puerta de su balcón y hace pasar a Milun.
   “Felicidades por el anillo, dice Milun.
   “No empieces”
   “Date prisa, tenemos que partir”.
 Nidia baja la mirada
   “Lo siento pero no puedo marcharme así”. Milun ríe.
   “Esperemos unos días. Le diré la verdad a mi padre”, añade Nidia.

   “Acaso ¿no te das cuenta que el Duque está comprando tu corazón con piedras preciosas?  Espero que pronto te des cuenta de su verdadero color”. Milun se marcha. Nidia cierra la puerta de su balcón y frota el anillo.

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