Bodas de Plata, Bodas de Oro
La costumbre de celebrar la
fiesta de promoción estudiantil (primaria, secundaria, universitaria) es buen
motivo para el reencuentro entre los compañeros después de mucho tiempo. Verse
después de un cuarto de siglo o después de medio siglo es emocionante y lleno
de sorpresas porque muy pocos se reconocen al instante, salvo por algún rasgo
muy particular. También es el momento de informarse de la suerte de los
ausentes.
Siguiendo la denominación
del festejo matrimonial se usa la palabra “boda” para cada reencuentro. Las
bodas de plata (25 años) y de oro (50 años) son las más comunes. El precio de
los objetos referidos marca el valor del tiempo transcurrido.
Sin embargo, el buen motivo
se cambia cuando los organizadores del evento imponen fuertes cuotas para
almuerzo, cena, baile, banda u orquesta, luces y castillos pirotécnicos,
uniforme para cada ceremonia y otras veleidades. Al final, quien participa en el
reencuentro gasta mucho dinero habiendo otras necesidades. Muchos consideran
que la cuota para reunirse con los compañeros del ayer es excesiva y un
malgasto. Así que, aunque quieran verse y abrazarse siquiera por unos momentos,
se alejan del festejo.
Este criterio metalizado
excluye de las fiestas promocionales a los que no pueden pagar los altos
costos. Sólo sirve para la jactancia de los supuestos “triunfadores”. Algunos
vocean sus cargos y éxitos, y exhiben sus ropas y joyas. Por más títulos
obtenidos y por más altos cargos que ostenten, si no hay modestia, todo es
vanidad.
Para estos jactanciosos va
el pensamiento de Sidarta Gautama, el último Buda (siglo IV antes de Cristo):
“Donde hay educación no hay discriminación”.
La celebración en la
provincia alejada de la capital del país es un acontecimiento más llamativo.
Los participantes, cual niños del jardín de infancia, desfilan pedantes y como
pavos reales por las calles principales al ritmo de la banda de músicos.
Los que se quedaron en el
pueblo se retiran porque el festejo es para los petimetres encartonados,
emplumados y ricachones. Es que pocos valoran las actividades que se realizan
en las provincias; labores, aunque no muy rentables, pero que son nobles.
Algunos idos a la capital
están idos
En una disputa por un
asiento de primera fila oí estas expresiones: “¿No sabes? Yo vengo desde Lima”.
“Por algo yo trabajo en Lima”. Argumentos de la residente en la capital para
retirar el bolso de una compañera residente en el lugar del evento sin considerar
que la otra había ocupado primero. Es la capital que desprecia a la provincia.
Observando a estos
septuagenarios, en su mayoría, uno llega a la conclusión: La edad, muchas
veces, no madura a los seres humanos; los vuelve vacuos.
18 de marzo
DE MI ÁLBUM
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