Hoy en el mundo y también en Brasil impera
mucha intolerancia frente a algunos partidos como el PT o los de base
socialista y comunista. Intolerancia severa, a veces criminal, que algunas
iglesias neo-pentecostales alimentan y propagan contra las religiones
afro-brasileras, satanizándolas e incluso invadiendo y damnificando los
"terreiros" (los lugares destinados al culto, considerados obviamente
sagrados), como ocurrió en Bahia hace algunos años. Hay intolerancia que lleva
a crímenes especialmente contra el grupo LGBT. Víctima de intolerancia es
también el Papa Francisco, atacado y calumniado hasta con carteles pegados en
los muros de Roma, porque se muestra misericordioso y acoge a todos,
especialmente a los más marginalizados, cosa que los conservadores no están
acostumbrados a ver en las figuras tradicionales de los papas.
El cristianismo de los
orígenes, de la Tradición de Jesús histórico –contrariamente a la intolerancia
de la Inquisición y de una visión meramente doctrinaria de la fe– era extremadamente
tolerante. Jesús enseñó que debemos tolerar que la cizaña crezca junto con el
trigo. Solo en la cosecha se hará la separación. San Pedro, ya apóstol, seguía
las costumbres judías: no podía entrar en casa de paganos ni comer ciertos
alimentos, pues eso lo haría impuro. Pero, al ser convidado por un oficial
romano de nombre Cornelio, acabó visitándolo y constató su profunda piedad y su
cuidado por los pobres. Entonces concluyó: “Dios me mostró que ningún hombre
debe ser considerado profano e impuro; ahora reconozco verdaderamente que en
Dios no hay discriminación de personas, le agrada quien en cualquier nación
reverencia a Dios y practica la justicia” (Hechos 10,28-35).
De ese relato se deduce que
el diálogo y el encuentro entre las personas que buscan una orientación
religiosa, como en el caso del oficial romano, invalidan el prejuicio y el tabú
de cohibir algún contacto con el diferente.
Del hecho resulta también
que Dios es encontrado infaliblemente allí donde “en cualquier nación haya
reverencia ante lo Sagrado y se practique la justicia”, poco importa su
pertenencia religiosa.
Además Jesús enseñó que la
adoración a Dios va más allá de los templos, porque “los verdaderos adoradores
han de adorar al Padre en espíritu y en verdad. Estos son los que el Padre
desea” (Jn 4,23). Existe, por lo tanto, la religión del Espíritu, es decir,
todos los que viven valores no materiales y son fieles a la verdad están
seguramente en el camino que conduce a Dios. Cada uno, en su cultura y
tradición, vive a su manera la vida espiritual y se orienta por la verdad. Este
merece ser respetado y positivamente tolerado.
Sospecho que no hay mayor
tolerancia que esta actitud de Jesús, abandonada a lo largo de la historia por
la Iglesia-poder institucional (parte de la Iglesia-pueblo-de-Dios) que
discriminó a judíos, paganos, herejes y a tantos que llevó a la hoguera de la
Inquisición.
En Brasil tenemos el caso
clamoroso del padre Gabriel Malagrida (1689-1761) que misionó el norte de
Brasil pero por razones políticas fue muerto por la Inquisición en Lisboa por
“garrote, y después de muerto, sea su cuerpo quemado y reducido a polvo y
ceniza, para que de él y de su sepultura no haya memoria alguna”.
Este es un ejemplo de
completa intolerancia, hoy actualizada por el Estado Islámico (EI) que degüella
a quien no se convierte al islam fundamentalista practicado por él.
En fin, ¿qué es la
tolerancia tan violada hoy?
Hay, fundamentalmente, dos
tipos de tolerancia, una pasiva y otra activa.
La tolerancia pasiva
representa la actitud de quien permite la coexistencia con el otro no porque lo
desee y vea algún valor en eso, sino porque no lo puede evitar. Los diferentes
se hacen entonces indiferentes entre sí.
La tolerancia activa es la
actitud de quien convive positivamente con el otro porque le respeta y consigue
ver sus riquezas, que sin el diferente jamás vería. Entrevé la posibilidad de
compartir y hacerse compañero y así se enriquece en contacto y en la
convivencia con el otro.
Hay un hecho innegable:
nadie es igual a otro, todos tenemos algo que nos diferencia. Por eso existe la
biodiversidad, los millones de formas de vida.
Lo mismo y más profundamente
vale para el nivel humano. Aquí las diferencias muestran la riqueza de la única
y misma humanidad. Podemos ser humanos de muchas formas. El ser humano debe ser
tolerante como toda la realidad lo es. La intolerancia será siempre un desvío y
una patología y así debe ser considerada. Produce efectos destructivos por no
acoger las diferencias.
La tolerancia es
fundamentalmente la virtud que subyace a la democracia. Esta sólo funciona
cuando hay tolerancia con las diferencias partidarias, ideológicas u otras,
todas ellas reconocidas como tales. Junto con la tolerancia está la voluntad de
buscar convergencias a través del debate y de la disposición al compromiso que
constituye la forma civilizada y pacífica de resolver conflictos y oposiciones.
Este es un ideal a ser buscado todavía.
Leonardo BOFF/ 28 de febrero- 2017
DE MI ÁLBUM
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