DOM. XXVII DEL TIEMPO
ORDINARIO
“Los apóstoles dijeron al
Señor: ‘Auméntanos la fe’. El Señor respondió: ‘Si tienen fe como un granito de
mostaza, le dirán a ese árbol que está ahí: Arráncate y plántate en el mar, y
el árbol obedecerá.
Supongan que uno de ustedes
tiene un servidor arando o cuidando el ganado. Cuando éste vuelve del campo,
¿le dicen ustedes acaso: ven enseguida a sentarte a la mesa? ¿No le dicen más
bien: prepárame comida, y ponte el delantal para servirme, y después que yo
haya comido y bebido, tú lo harás a tu vez? Y después, ¿se sienten agradecidos
de ese siervo porque hizo lo que le mandaron?
Esto vale para ustedes.
Cuando hayan hecho todo lo que les ha sido mandado, digan: Somos servidores que
no hacíamos falta; sólo hicimos lo que debíamos hacer”. Lucas 17, 5-10
Hoy nos encontramos con el
profeta Habacuc.
En realidad su nombre parece
que se refiere a una planta que es la Albahaca.
Es poco lo que sabemos de
este profeta y, como podremos ver por el texto que se cita en las lecturas de
hoy, no es tan fácil de entender.
Pero, de todas formas, está
claro que el grito de hoy es muy frecuente, tanto en la Biblia como en nuestra
vida: “¿Hasta cuándo, Señor?”. Y lo completa así: “¿Hasta cuándo pediré auxilio
sin que me oigas?”.
Y luego brota otro grito:
“¡Violencia!”, eso que surge en los corazones oprimidos.
De todas maneras la
respuesta que dará el Señor en el capítulo siguiente aclara el plan de Dios
sobre la humanidad.
“El injusto será rechazado
porque tiene el alma hinchada”. En cambio, “el justo vivirá por su fe”.
Esta frase será muy
importante para la Biblia y la encontraremos de manera especial en Pablo (Rm
1,17; Ga 3,11).
También en Hebreos (10,28)
donde el autor de la carta completa: “Mi justo vivirá de la fe pero si se
arredra le retiraré mi favor”.
Y añade una invitación para
todos nosotros que debemos hacer realidad en nuestra vida: “Nosotros no somos
gente que se arredra para la perdición sino hombres de fe para salvar el alma”.
Como vemos por aquí anda el
tema de hoy “la fe del justo” que todos nosotros debemos vivir en fidelidad a
nuestro bautismo.
Precisamente San Pablo
advierte a Timoteo en la carta de hoy “reaviva el don de Dios que recibiste
cuando te impuse las manos; porque Dios no nos ha dado un espíritu cobarde sino
un espíritu de energía, amor y buen juicio”.
Y todavía completa: “no te
avergüences de dar testimonio de nuestro Señor Jesucristo”.
Y aún recalca a su querido
discípulo que tenga presentes las enseñanzas de Pablo para pedirle “vive con fe
y amor en Cristo Jesús… y guarda este precioso depósito con la ayuda del
Espíritu Santo que habita en nosotros”.
A todos posiblemente se nos
ocurre en este momento pedir fe a Dios y es esto lo que según el Evangelio de
hoy pidieron a Jesús sus apóstoles: “Auméntanos la fe”.
La verdad es que necesitamos
mucha, siempre, pero además hay situaciones difíciles en que nos confunden, o
nosotros mismos nos confundimos, arrastrados por las distintas situaciones de
la vida.
La respuesta de Jesús parece
un poco al margen de todo pero, en realidad, es muy interesante.
Dice así: “Si tuvierais fe
como un granito de mostaza diríais a esa morera ‘arráncate de raíz y plántate
en el mar ’”.
Siempre me ha llamado la
atención que hable de la fe como un granito de mostaza porque es muy pequeño. Sin
embargo, creo que es más fácil entender que una palmera pueda salir de un coco
grande, que una hortaliza grande salga de la semilla de mostaza que es más
pequeña que la cabeza del alfiler (entre paréntesis, les diría que yo admiro a
mi canario que es capaz de sacar el alimento que hay dentro de la cascarilla
del pequeño grano de mostaza).
Jesús completa el Evangelio
con otra idea interesante que nos pide humildad para obedecer el plan de Dios:
Tenemos que servir y, cuando
hayamos cumplido, no hay nada que reclamar. Sólo decir humildemente:
“Somos unos pobres siervos,
hemos hecho lo que teníamos que hacer”.
Y es que en el servicio
realizado con fe, está nuestra recompensa y salvación.
Hoy el salmo responsorial
nos pide conversión a la fe, y aceptar al Dios verdadero en nuestra vida. Así
nos pide Él mismo a través de las palabras que repetiremos varias veces:
“Ojalá escuchéis hoy la voz
del Señor: no endurezcáis vuestro corazón”.
La fe es algo tan importante
que todos necesitamos. Ésta es precisamente la invitación que nos hace en su
carta “La Luz de la Fe” nuestro Papa Francisco. En ella aprenderemos tantas
maravillas que aclaran cómo debe caminar el justo que vive de la fe. He aquí
dos lucecitas:
“La luz de la fe es la de un
rosto en el que se ve al Padre”.
Por la fe, por tanto,
descubrimos al Padre como nos dijo Jesús: “el que me ve a mí ve al Padre”.
Nuestra vida no debe
quedarse en teorías sino que debe llegar al fondo de nuestro ser. Esta actitud
nos la pide también el Papa Francisco:
“La fe no sólo mira a Jesús
sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos”.
Es decir que se trata de que
nosotros participemos en el modo de ver que tiene Jesucristo.
Vivamos, amigos, de la fe, es
decir, que la fe sea el alimento y centro de nuestra vida. Para eso debemos ver
a Dios en Cristo y tener en nuestra vida los sentimientos, criterios y acciones
de Jesús.
José Ignacio Alemany Grau,
obispo
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