jueves, 20 de octubre de 2016

HOY HA CAÍDO UN ÁRBOL / Esther M. ALLISON BERMÚDEZ

                                     Esther Margarita Allison Bermúdez / Huacho-Perú
                                                 (1918-1992) Escritora, poetisa y periodista peruana.                    

            Hoy ha caído un árbol
el hachador, un ángel.
Un árbol que era mío. Mía su dulce sombra
como un obscuro fruto pendiente de sus ramas.

Mío su noble tronco, tan rectamente alzado,
al que yo me ceñía con apego de hiedra.
Mías sus actitudes de fragancia madura,
sin tregua derramada de sus brazos abiertos,
y mías hondamente su savia y su resina,
que me nutrieron siempre el corazón con hambre.

            Hoy ha segado un ángel el árbol que era mío.
Fue en su pecho amoroso donde aprendí la vida.
Aprendí de sus manos las alas de paloma.
Caridad y ternura aprendí de su gesto.

El hachador, un ángel, lo hachó en la madrugada,
esa hora perfecta para apagar la estrella.
No volverá a enseñarme la lección de su frente
límpidamente erguida hacia los cielos puros.
No anidará de nuevo mi gozo en su follaje.

No dormirá mi pena de nuevo en su regazo.
Ya no tendré la fuerza de su invariable apoyo.
Ya no, el sabor caliente de su debido alivio.
Lo que soy, se lo debo. Nunca henchido panal
debido a una sola abeja tal acopio de mieles.
Nunca tierra surcada debió más a su arado.
Nunca tuvo una cuerda mayor deuda de música.

Pero el árbol no muere. No morirá en sus pájaros.
No morirá en el polen fecundo de las flores.
Se tala el alto tronco, es verdad. Cómo duele
el corazón mirarlo tendido entre azucenas.

Cómo duele su extraño silencio en el oído,
y estas únicas lágrimas que no puedo enjugarlas.
Cómo duele el vacío de su insólita ausencia.
Buscarle la acogida, pero, ay, inútilmente…
Pero no muere el árbol. Nunca muere el amor.
No hay soledad que arranque su nombre de mis labios.
            Se llamaba Victoria. Ya tú lo sabes, muerte,
que sólo en golpe de ángel pudiste cosecharla.
Sí, ya lo sé. Marcaba celestes calendarios
en tus dedos puntuales se exacto paraíso.

Ya le tocaba el tiempo de la rosa segura.
De cambiar el exilio por la segura patria.
Ya lo sé. Dios la quiso, y nadie como ella
ha merecido a Dios a través del destierro.

No te increpo las hoces…
Pero no me la robas;
que no me la arrebatas ni aun de mi suspiro.
Aquí en mi propia sangre, la guardo para siempre
Intacta de cercones, incólume a distancia.

Porque el árbol no muere.
Prolonga su estatura en la multiplicada forma de su madera.
En la mesa, en la cuna, en el ara, en el mástil.
Así como perdura su voz en sus jilgueros.

Está conmigo siempre, como lo está en las lágrimas
que por primera vez no detiene en mis ojos.
Hasta que al fin un día, embarcad en tus filos,
a su misma ribera se llegue mi esperanza.
            Hoy ha caído un árbol
Su leñador un ángel.
Como elogio, su nombre, no más: Victoria Alfaro
es, no fue solamente mi maestra, mi amiga.
Lo que tengo me vino de su encendida dádiva.
Es mi hermana y mi ejemplo. No se fue solamente.
Aquí está el testimonio del latido en mis venas.
Perdonadme, vosotros que me oís, el sollozo.
Porque siempre, a su lado, no fui más que una niña.
Y, sin ella, me siento como niña, sin madre.
Porque ya no las seca, perdonadme estas lágrimas.

     
DE MI ÁLBUM


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