DE BELLAS ORACIONES
DOM. XXX DEL TIEMPO
ORDINARIO
"Puso además esta comparación por algunos que estaban convencidos de ser justos y que despreciaban a los demás; 'Dos hombres subieron al Templo a orar, uno era fariseo y el otro publicano.
El fariseo, de pie, oraba en su interior de esta manera: 'Oh Dios, te doy gracias porque no soy como los demás que son ladrones, injustos, adúlteros, o como ese publicano que está allí. Ayuno dos veces por semana, doy la décima parte de todo lo que tengo'.
El publicano, en cambio, se quedaba atrás y no se atrevía ni siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: 'Dios mío, ten piedad de mí que soy un pecador'. Yo les digo que este último estaba en gracia de Dios cuando volvió a su casa, pero el fariseo no. Porque todo hombre que se hace grande será humillado, y el que se humille será hecho grande". SAN LUCAS 18, 9-14
Fresco- Basilica Ottobereunt
Las personas tenemos una memoria
muy selectiva. Muchas veces sólo nos acordamos de lo que nos interesa. Seguro
que si a alguno le hemos prestado dinero aún nos acordamos de no haberlo
recuperado e incluso la cantidad que era y la excusa que nos dieron cuando nos
lo pidieron. Pero hay otra cosas que se nos olvidan o no las recordamos tal vez
porque no las hemos sabido valorar en su justa medida.
Al olvidar las acciones salvíficas que Dios ha
ido obrando en la vida personal se llega a caer en el absurdo, ya que se puede
llegar a pensar que uno hace méritos para que luego el Señor te los tenga que
agradecer. Nos olvidamos de los regalos de Dios y nos creemos con derechos ante
Él por haber realizado cosas o haber hecho méritos por algo. En este absurdo
cayó el fariseo de la parábola, se dedicó a ponerse medallas ante Dios:
«"¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones,
injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago
el diezmo de todo lo que tengo».
Mas cuando uno, con corazón
agradecido al Señor, mantiene la memoria de la historia de salvación que Dios
ha realizado en nuestra persona y recuerda el paso de Dios es entonces –como
dice el salmo responsorial- brota de nuestros labios la bendición y la
alabanza.
San Pablo cuando está escribiendo a
Timoteo le está diciendo que la experiencia de ese combate por mantener la fe
ha ido creando en él un modo de entender la vida. Ha dado la vida por Cristo –y
está orgulloso de esto- gastándola día a día e instante a instante para que
todos le conozcan. San Pablo recuerda cómo el Señor le ha ayudado y hace
memoria de los momentos de encuentro que ha tenido con el Señor. Y San Pablo lo
hace realizando un acto de profunda humildad porque sabe de dónde le había
sacado el Señor, ya que era perseguidor –al principio- de los cristianos. Todos
nosotros sabemos de dónde nos ha sacado el Señor; de nuestros pecados y
miserias. Ha desbordado con nosotros su amor y siempre ha estado, y se mantiene
atento, a la voz de nuestras súplicas.
Gouda-Sint-Janskerk-Glass
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